Comerse las uñas, conocido como onicofagia, es un hábito común entre niños de 3 a 12 años que suele estar relacionado con factores emocionales como la ansiedad o el estrés. Este comportamiento, que ocurre tanto en el hogar como en espacios escolares, puede derivar en problemas de salud si no se identifica y se trata de forma adecuada, según especialistas en salud infantil.
¿Qué es la onicofagia y por qué se presenta en la infancia?
La onicofagia es una conducta compulsiva que implica morderse las uñas de forma repetitiva e inconsciente. En la infancia, este hábito puede comenzar desde los tres años de edad y, si no se trata, puede prolongarse hasta la adolescencia o la adultez.
De acuerdo con la Sociedad Ecuatoriana de Pediatría, las principales causas de este comportamiento incluyen ansiedad o estrés emocional generado por situaciones escolares, conflictos familiares o inseguridad, además de aburrimiento, falta de estímulo, imitación de adultos u otros niños que presentan la misma conducta, o incluso perfeccionismo y presión académica que elevan el nivel de tensión en los menores.
Este hábito es considerado una de las manifestaciones más comunes de ansiedad infantil y puede aparecer también en combinación con otros comportamientos nerviosos, como morder lápices, tocarse el cabello o balancearse.
Consecuencias físicas y psicológicas de la onicofagia
Aunque en un inicio parece inofensivo, morderse las uñas con frecuencia puede tener efectos negativos en la salud física del niño. Las infecciones en la piel y alrededor de la uña, como la paroniquia, son comunes en casos avanzados.
También pueden producirse lesiones en dientes y encías por la fricción constante, deformaciones ungueales permanentes si el hábito persiste durante años, y un mayor riesgo de enfermedades gastrointestinales al ingresar microorganismos por vía oral desde las manos.
Desde el punto de vista emocional, los niños con onicofagia pueden desarrollar vergüenza o inseguridad sobre el aspecto de sus manos, lo que en algunos casos afecta su autoestima y relaciones sociales. Según estudios del Ministerio de Salud Pública del Ecuador, el 15 % de los niños en edad escolar presentan onicofagia crónica con impactos físicos visibles.
Cómo ayudar a los niños a dejar de comerse las uñas
Para tratar la onicofagia en niños, los expertos recomiendan un enfoque integral, empático y constante, que involucre tanto a padres como a educadores y profesionales de salud. En primer lugar, se debe observar y registrar cuándo ocurre el hábito para identificar posibles desencadenantes emocionales o contextuales. Luego, es útil ofrecer alternativas físicas como pelotas antiestrés o actividades manuales que mantengan ocupadas las manos del niño.
El reforzamiento positivo, como elogiar los avances visibles, suele ser más efectivo que el castigo. También puede aplicarse esmalte con sabor amargo especialmente diseñado para evitar la onicofagia infantil. Si el comportamiento persiste o interfiere con la vida social del niño, se recomienda consultar a un psicólogo infantil. El tratamiento psicológico puede incluir técnicas como la terapia cognitivo-conductual, centrada en reemplazar el hábito por conductas más saludables.
Acompañamiento desde el hogar para eliminar este hábito
El rol de la familia es clave en la prevención de hábitos nerviosos como la onicofagia. Crear un entorno emocional estable y seguro para el niño contribuye a disminuir la ansiedad. Es importante fomentar el diálogo abierto sobre sus emociones, preocupaciones y rutinas escolares. Establecer horarios y actividades que generen estructura y contención ayuda a reducir los niveles de estrés. Se debe evitar el uso de castigos o reacciones negativas, ya que pueden intensificar el problema.
Además, los adultos del entorno deben evitar modelar el mismo hábito, ya que los niños tienden a imitar lo que observan en sus referentes cercanos.
Cuándo buscar ayuda profesional
Los especialistas recomiendan buscar atención médica o psicológica cuando el niño presenta infecciones visibles o dolor constante en los dedos, cuando la conducta interfiere con su vida escolar o relaciones sociales, si existen otros síntomas de ansiedad o trastornos emocionales, o si el hábito se mantiene pese a los esfuerzos de cambio por parte de la familia.
El abordaje temprano permite evitar consecuencias permanentes y mejora el bienestar general del niño. Tratar la onicofagia a tiempo no solo protege la salud física, sino que también fortalece la estabilidad emocional del menor a largo plazo.