Se trata de Reynaldo Canchingre, quien, con el uniforme bien planchado y los zapatos lustrados, dirige luego la formación y el canto del Himno del Bombero en la estación. Aquella estación que hace las veces de hogar para él y su familia.
En medio de ese día normal de trabajo, rememora los hechos del 16 de abril pasado.
Reynaldo cuenta que, cuando el terremoto destruyó su casa, refugió a su familia en el cuartel de bomberos.
Luego de ello, sintió la urgencia de socorrer a sus vecinos y, junto a cinco compañeros que estaban también en el cuartel, fueron al rescate de las personas atrapadas en los escombros.
Actualmente, Reynaldo y su familia siguen viviendo en el cuartel de bomberos. Por ello, para “no mezclar las cosas”, cumple sus misiones como padre hasta las ocho de la mañana, para luego ser el jefe de los hombres de la casaca roja. Ya a las cuatro de la tarde vuelve a ser Reynaldo, el papá que ayuda con las tareas, el esposo de Jessica, quien a veces cocina la merienda.
A menudo, Reynaldo recuerda con tristeza lo que perdió. Sabe que necesita un espacio para vivir, pero que el cuartel sea su casa lo mantiene en un estado de alerta solidaria. “Cuando veo a alguien en mi calle, en mi comunidad que necesita más ayuda, eso me da más energía para no rendirme”, asegura.
Por estos días, Reynaldo sigue con su tarea de rescatar a las víctimas de la fuerza de la naturaleza. Horas de aguacero arrasan con los enseres de cientos de familias, aún golpeadas psicológicamente por el terremoto del año pasado. Organiza a los voluntarios, establece prioridades, no deja a nadie atrás y no se rinde nunca…