El uso excesivo de pantallas durante la infancia plantea preocupaciones en el ámbito educativo y de salud. Diversos estudios internacionales y regionales analizan qué tipo de dispositivo —televisión, celulares o tabletas— tiene mayor impacto en el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños. En Ecuador, especialistas en pediatría y psicología advierten sobre los efectos diferenciados de cada tecnología. Especialmente en menores de 12 años.
Diferencias clave entre tipos de pantallas
Según investigaciones publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP), la televisión y los dispositivos móviles (celulares y tabletas) no generan los mismos efectos en el desarrollo infantil. Aunque ambos pueden resultar perjudiciales si se usan en exceso.
La televisión, tradicionalmente presente en los hogares, tiende a ser más pasiva, con menor nivel de interacción y control. Por otro lado, los dispositivos móviles ofrecen contenido más dinámico y accesible. Sin embargo, también generan mayor dependencia y exposición prolongada. Especialmente si se usan sin supervisión.
Estudios revelan que los niños que pasan más de dos horas diarias frente a celulares o tabletas presentan mayores dificultades para concentrarse, alteraciones del sueño y menor desarrollo del lenguaje. Esto ocurre en comparación con aquellos que ven televisión de forma moderada y acompañados de un adulto.
Impacto en el desarrollo cognitivo y emocional
Un estudio realizado por la Universidad de Alberta (Canadá), citado por la revista JAMA Pediatrics, concluyó que el uso prolongado de dispositivos móviles en niños entre 2 y 5 años está relacionado con déficits en el desarrollo del lenguaje y aumento de conductas de aislamiento social.
En contraste, si la televisión se utiliza de forma controlada, con contenido educativo y en compañía de adultos, puede incluso favorecer el aprendizaje temprano, según la Fundación Kaiser Family. Sin embargo, también se advierte que la exposición a contenidos no apropiados para la edad o la visualización en solitario afectan negativamente la comprensión lectora y el pensamiento crítico.
El uso no supervisado de celulares y tabletas, además, conlleva un mayor riesgo de acceso a contenido inadecuado, dependencia tecnológica y trastornos de atención. Estos dispositivos permiten una interacción constante, lo que puede afectar la capacidad del niño para autorregularse.
Recomendaciones de organismos internacionales
La OMS y la AAP recomiendan que:
- Niños menores de 2 años no deben tener exposición a pantallas, excepto para videollamadas supervisadas.
- Niños de 2 a 5 años deben tener un tiempo máximo de una hora al día, siempre con acompañamiento adulto.
- Mayores de 6 años pueden utilizar pantallas con fines educativos o recreativos, pero dentro de un marco de horarios y límites establecidos.
En todos los casos, es fundamental que los contenidos sean apropiados, que el entorno sea supervisado y que se priorice el juego físico, la lectura y la interacción social directa.
Situación en Ecuador y retos actuales
En Ecuador, según un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicado en 2024, el 64% de los niños entre 5 y 12 años utiliza regularmente un dispositivo móvil con acceso a internet. Solo el 27% de los padres o tutores monitorea el contenido al que acceden los menores.
Expertos ecuatorianos en salud infantil indican que los celulares y tabletas se han convertido en “niñeras digitales”. Esto ocurre especialmente durante la pandemia y en contextos urbanos, donde los padres deben equilibrar el trabajo remoto con la supervisión de sus hijos.
Organizaciones como UNICEF Ecuador han impulsado campañas para fomentar el uso responsable de la tecnología. Promueven contenidos educativos y el tiempo de calidad en familia. Especialmente en contextos donde el acceso a actividades recreativas al aire libre es limitado.
Conclusión: el equilibrio es clave
Si bien tanto la televisión como los dispositivos móviles tienen impactos en el desarrollo infantil, el uso de celulares y tabletas presenta mayores riesgos por su nivel de interacción, disponibilidad y falta de filtros efectivos. La clave está en establecer límites, supervisión y balancear el uso de tecnología con otras actividades esenciales para el desarrollo físico, emocional y cognitivo del niño.
Especialistas coinciden en que la tecnología no debe sustituir la interacción humana, el juego activo ni el aprendizaje experiencial, pilares fundamentales en la infancia.