Ecuador, por circunstancias de la tecno-modernidad, está obligado a asumir un proceso de transformación educativa centrado en un modelo que responda tanto a la realidad nacional como a los desafíos globales. Dicho modelo debe concebirse como un ecosistema en el que la interacción, la inclusión y la flexibilidad ocupen un lugar clave. En tal virtud, hemos considerado para su análisis dos de los ocho pilares sobre los que descansa la educación en el país: educación flexible, ecléctica e interdisciplinaria; y escuelas inclusivas, seguras y saludables.
Este enfoque busca que la educación deje de ser un proceso jerárquico y lineal, para convertirse en un entramado de relaciones horizontales entre docentes, estudiantes, comunidad y entorno. El objetivo es formar ciudadanos con pensamiento crítico, habilidades socioemocionales y un profundo compromiso con el desarrollo sostenible. Un ideal que, sin embargo, dista mucho de la realidad, considerando los recortes presupuestarios y la inseguridad a la que nos estamos acostumbrando, producto de la indolencia con la que se trata el problema.
La Educación General Básica se concibe como la base para el desarrollo de competencias fundamentales: leer, escribir, razonar, convivir y participar activamente en la sociedad. Pero la realidad se torna excesivamente cruda al convivir a diario con una brecha sensible: el divorcio entre la lectoescritura y el razonamiento lógico-matemático. Lo primero refuerza el entendimiento, capturando la duda y transformándola en fortaleza al momento de resolver un problema matemático. Sin embargo, esta complementariedad se vuelve una tarea titánica cuando se acentúa el alejamiento de una u otra de las partes, lo que incide negativamente en ambos ámbitos.
Aunque existen estándares de calidad educativa bien definidos, la realidad en las aulas revela retos significativos: desigualdad en el acceso a recursos tecnológicos y a estrategias innovadoras, lo que dificulta la implementación efectiva de pedagogías inclusivas y activas; sin dejar de lado a las escuelas unidocentes y la aplicación de normativas que, lejos de fortalecer al sistema educativo, coartan el derecho a una educación de calidad y calidez.
El modelo educativo ecuatoriano está llamado a evolucionar. Cambiar los estándares en la educación básica significa dejar de medir únicamente el conocimiento adquirido e implementar con urgencia la valoración y el desarrollo de competencias críticas, la creatividad, la empatía y la capacidad para convivir y transformar la sociedad. Solo así la educación en Ecuador cumplirá su verdadero propósito: ser un motor de equidad, innovación y esperanza para toda la ciudadanía en esta globalización, hoy marcada por su etapa de desarrollo capitalista cognitivo.



