Los jóvenes nacidos desde comienzos del siglo XXI han conformado un movimiento utilizando las redes sociales con el objeto de manifestar su hartazgo sobre la situación de crisis política, económica, social y discriminatoria que padecen la mayoría de los pueblos de América Latina, del Caribe e incluso ciertos países europeos. Abiertamente manifiestan su inconformidad ante lo que ellos llaman el fracaso de la política, de los políticos y de la democracia decadente. Yo diría que son unos rebeldes con causa.
Atacan frontalmente la corrupción política y la impunidad. En este sistema decadente, los políticos ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Es la lucha quijotesca contra la desigualdad económica y social. En poco tiempo, estos grupos rebeldes están creciendo y ganando terreno, porque su llamado hartazgo ha superado los límites de la justicia social y la equidad. Ellos nos están demostrando el poder que ahora tienen las redes sociales para difundir sus ideas y luchar por un mundo mejor, por una política distinta que tenga como objetivo central reducir la inequidad.
Estos jóvenes idealistas tienen que estar convencidos de que la política se ha hecho para servir. Por lo tanto, los nuevos líderes que emerjan de este conglomerado deben necesariamente practicar tres virtudes indispensables, acompañadas de su formación ética y profesional, que son la mesura, la prudencia y la serenidad. Analicemos brevemente estos conceptos.
- Mesura es sinónimo de templanza, moderación y comedimiento para saber escuchar, aplicando la fórmula E-A-H, que significa escuchar antes de hablar; no ofender, no denigrar, no mentir ofreciendo lo imposible, respetar las opiniones contrarias y no tratar siempre al adversario como enemigo.
- La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales que consiste en discernir y distinguir entre lo bueno y lo malo para emitir juicios de valor y actuar con moderación en el pensar y en el obrar.
- Serenidad: el político debe ser apacible y sosegado frente al adversario para mantener sus convicciones y, a su vez, respetar las opiniones contrarias sin alterarse, manteniendo una correcta compostura o equilibrio, sin turbación física ni moral, y evitando la violencia. Qué difícil es mantener un estado de serenidad frente a los agravios del adversario.
Espero que estos consejos y orientaciones, que sanamente dirijo especialmente a los jóvenes con aspiraciones políticas, no caigan en el vacío y sirvan para mejorar el quehacer político, tan venido a menos por los actuales representantes en los poderes del Estado, quienes nos demuestran que no reúnen estas cualidades, y aún más ahora, cuando se aproximan nuevos eventos electorales.