Thomas Wadhouse: La vida trágica del hombre con la nariz más larga del mundo

Thomas Wadhouse, poseedor de la nariz más larga jamás registrada (19 cm), vivió como atracción de circo en el siglo XVIII, muriendo en pobreza y sin tumba.
Thomas Wadhouse: La vida trágica del hombre con la nariz más larga del mundo.
Thomas Wadhouse: La vida trágica del hombre con la nariz más larga del mundo.
Thomas Wadhouse: La vida trágica del hombre con la nariz más larga del mundo.
Thomas Wadhouse: La vida trágica del hombre con la nariz más larga del mundo.

Pedro Vargas

Redacción ED.

Pedro Vargas

Redacción ED.

Nacido en Junín. “Mis inicios” en el periodismo, ocurrieron en la sala de mi casa, leyéndole e... Ver más

Thomas Wadhouse, un hombre de Yorkshire, Inglaterra, nacido en el siglo XVIII, se convirtió en una figura histórica por su nariz de 19 centímetros. La nariz más larga documentada, según el Guinness World Records. Exhibido en los “freak shows” de la época, y vivió bajo el peso de la curiosidad pública. Él falleció en la pobreza en un lugar desconocido de su natal Yorkshire, sin tumba ni legado, víctima de un sistema que mercantilizó su singularidad anatómica.

 

 

En la Inglaterra rural del siglo XVIII, marcada por aldeas envueltas en niebla y una sociedad impregnada de supersticiones, Thomas Wadhouse nació con una característica que definiría su existencia: una nariz de 19 centímetros, según crónicas de la época y registros posteriores del Guinness World Records. Desde su infancia en Yorkshire, esta anomalía lo convirtió en objeto de burlas, leyendas y rechazo.

Una rareza para los vecinos

Los vecinos lo señalaban como una rareza, algunos susurrando que su apariencia era un castigo divino, mientras los niños evitaban incluirlo en sus juegos. No existen registros directos de su fecha exacta de nacimiento, pero las crónicas lo ubican en el contexto de una Inglaterra en transición, donde la Revolución Industrial comenzaba a transformar las aldeas. Su familia, de origen humilde, no pudo protegerlo del escrutinio público.

Su padre, un jornalero, y su madre, resignada ante la situación, apenas podían mitigar el aislamiento que Thomas enfrentaba. Las fuentes, como el libro Strange People de Sabine Baring-Gould, lo describen como un “infeliz artista” cuya vida quedó eclipsada por su rasgo distintivo, una narizlarga.

El rechazo social marcó su niñez.

Testimonios indirectos, recopilados por cronistas de mercados, narran cómo las madres advertían a sus hijos: “No te acerques a ese chico, Dios sabe qué lleva consigo”. Este aislamiento temprano forjó en Wadhouse una resignación que lo acompañaría toda su vida, llevándolo a encontrar en los circos su único medio de subsistencia.

A finales del siglo XVIII, los espectáculos de rarezas, conocidos como freak shows, eran una industria floreciente en Inglaterra. Estas ferias ambulantes exhibían a personas con características físicas inusuales, desde enanos hasta hombres elefante y él de narizlarga, capitalizando la curiosidad y el morbo del público. Según el historiador John Woolf, autor de The Wonders, entre 1750 y 1850, estos shows atrajeron a miles de espectadores, generando ingresos significativos para empresarios mientras los “artistas” rara vez escapaban de la pobreza.

Su salto al circo

Thomas Wadhouse, a veces referido como “Wedders” en panfletos publicitarios, encontró en este mundo un espacio paradójico de aceptación y explotación. Un empresario, según una anécdota registrada en crónicas de la época, lo convenció con una promesa engañosa: “La gente pagará por verte, y eso pondrá pan en tu mesa”. Así, Thomas se unió a los circos, donde su nariz, anunciada como “el prodigio nasal nunca antes visto”, se convirtió en su identidad pública.

En las funciones, vestido con chaleco de terciopelo y boina baja, intentaba desviar la atención de su rasgo, pero el maestro de ceremonias lo presentaba con grandilocuencia: “¡Pasen y vean al hombre cuyo perfil desafía lo conocido!”. Los espectadores, según Strange People, acudían fascinados, algunos buscando en su rostro “una clave secreta sobre los misterios de la naturaleza”.

La obsesión científica y social: Un fenómeno bajo escrutinio

La singularidad de Wadhouse no solo atrajo al público, sino también a médicos y cronistas. En una era donde la ciencia comenzaba a explorar las anomalías anatómicas, su nariz fue objeto de especulación. Algunos doctores, según periódicos locales citados por Baring-Gould, sugirieron que podía tratarse de acromegalia o una mutación genética, aunque no existían diagnósticos precisos en la época.

En varias ocasiones, Thomas permitió que tocaran su nariz para desmentir rumores de que era una prótesis, soportando inspecciones humillantes que confirmaban su autenticidad. El Guinness World Records, en ediciones modernas, lo reconoce como el poseedor de la nariz más larga jamás documentada, con 19 centímetros, un récord que permanece imbatido.

Bustos conservados

Grabados y bustos de cera de la época, conservados en museos como el Ripley’s Believe It or Not, muestran un rostro donde la nariz domina la silueta, descrita por artistas como una “caricatura anatómica”. Estas representaciones, aunque históricamente valiosas, perpetúan la cosificación de Wadhouse, reduciéndolo a su rasgo distintivo.

No hay registros de su voz directa, pero un testimonio citado en crónicas describe un momento de humor resignado. Un compañero de circo, un hombre forzudo de Newcastle, le preguntó si su nariz dificultaba besar a alguien. “No, pero a veces ella besa primero”, respondió Thomas, arrancando risas. Sin embargo, otros relatos hablan de su soledad, de paseos nocturnos con el rostro cubierto para evitar miradas.

Un final en las sombras: Pobreza y olvido

A pesar de su fama, Wadhouse no escapó de la miseria. Los freak shows, aunque rentables para los empresarios, rara vez beneficiaban a los exhibidos. Según Woolf, los “artistas” como Thomas ganaban apenas lo suficiente para sobrevivir, atrapados en un ciclo de dependencia. No hay evidencia de que Wadhouse acumulara riqueza o formara una familia. Murió en la pobreza en Yorkshire, en una fecha no precisada del siglo XVIII o principios del XIX, según crónicas consultadas.

Su cuerpo fue enterrado en un cementerio sin lápida ni registro, un destino común para quienes, como él, eran olvidados tras perder su valor como espectáculo. Periódicos posteriores, citados en archivos históricos, lo mencionaron bajo titulares sensacionalistas como “El cruel destino del hombre narigón”, pero su memoria se desvaneció rápidamente.

El legado de una cifra

La ciencia nunca explicó completamente su condición, limitándose a especulaciones sobre mutaciones o azar biológico. En 2025, su nombre resurge en foros digitales y listas de récords, pero siempre ligado a la frialdad de una medida: 19 centímetros. Museos y sitios como el Guinness World Records lo mantienen vivo como curiosidad, pero su humanidad queda opacada.

En el contexto histórico, los freak shows declinaron a finales del siglo XIX, cuando las sensibilidades sociales cambiaron y la explotación de anomalías físicas comenzó a ser cuestionada. Hoy, según el British Medical Journal (2023), casos como el de Wadhouse se analizarían bajo el lente de la bioética, cuestionando la cosificación de personas con diferencias físicas.

Thomas Wadhouse no dejó herederos ni epitafio, pero su historia persiste como un recordatorio de una era donde la diferencia era un espectáculo y el dolor, una mercancía. Su vida, más allá del récord, refleja la lucha de un hombre por encontrar un lugar en un mundo que solo veía su rostro. (27)

SÚMATE AL NEWSLETTER

Recibe todos los días el ranking de las noticias más importantes.

ÚLTIMAS NOTICIAS

Edición impresa

ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP

¡Noticias al instante!

Entérate de lo más importante, al momento.

ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP

¡Noticias al instante!

Entérate de lo más importante, al momento.

ÚLTIMAS NOTICIAS

Edición impresa

Noticias en la web

1$us/mes

No te pierdas nada OFERTA RELÁMPAGO