Chinos mantenses



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Ana Ayón Chang cuenta que hace más de 70 años en Manta el mar llegaba a la orilla de su negocio.
Ella  junto a su esposo,  José Cristóbal Changquon, son los propietarios del Comercial Chang, un local donde venden artículos importados y que se estableció en 1952 en la avenida dos, cerca al parque Central.  
Ana ha pasado sus años allí, su vida entera, expresa  mientras cruza las piernas para empezar a narrar su historia. Afuera, en la puerta del negocio, su esposo descansa en una mecedora.  Tiene 98 años y ya no habla mucho.  
Todo empezó con una casualidad, comenta. Su esposo nació en Manta, hijo de chinos. Trabajaba como ayudante en un almacén y luego viajó a Pekín (China) de vacaciones.  
Ana, en cambio, había llegado a China desde Guayaquil, donde nació y residía con sus padres. Ambos se encontraron allá, en China. Se enamoraron de todo: de  sus familias, sus personalidades, pero sobre todo de la coincidencia de haberse encontrado en un país de 1.402 millones de personas.  
Fue un romance bonito, cuenta Ana. Se quedaron un buen tiempo en el país y al final se casaron.
Después de eso  regresaron a Ecuador, a vivir en Manta. Era el año 1949; el comunismo se consolidaba en China.
Ana dice que fue mejor  regresar a Ecuador, no porque existiera pobreza en su país, sino por el deseo personal de expandirse, de conocer el mundo.  
Los primeros chinos que llegaron al Ecuador lo hicieron alrededor de 1870. Se afincaron en la región costanera, donde se dedicaron a la agricultura, al comercio y a las artesanías para subsistir.
Con el transcurso del tiempo, el número de inmigrantes chinos en el país aumentó y también el capital de sus empresas.

>El negocio. Ya establecidos en Manta, era hora de iniciar su propio negocio. La familia Chang empezó vendiendo pilas, artículos de bazar y  bisutería.
“Mi esposo, quien vino primero que yo a Manta, trabajó con la familia Amén, originaria también de China. Con ellos aprendió mucho del negocio, el comercio, lo que nos sirvió para iniciar nuestro almacén  que hasta ahora es uno de los más antiguos de esta ciudad”, expresa.
Ambos tenían la experiencia: eran hijos de comerciantes.
Los padres de Ana llegaron  a Ecuador luego de que otros familiares instalaron un negocio  en Guayaquil y les fue muy bien.  
“Yo soy guayaquileña, nací allá. A Manta la conocí cuando me casé con mi marido”, indica.
Ana quedó encantada con Manta.
En ese entonces, 1950, las calles de la ciudad no eran de asfalto, sino que estaban cubiertas de cáscaras de café y de tagua. Eran vías angostas y largas que muchas veces terminaban donde pasaba el río Manta, o en el borde costero.  
Había extranjeros por todos lados;  alemanes e  italianos, principalmente, que habían instalado sus negocios de exportación de café y otros productos.
Algunos regresaron a sus países luego de un incendio que destruyó varias casas y locales comerciales, una catástrofe.
Ana eligió quedarse junto a José.
Nunca quisieron dejar Manta y procrearon  tres hijos: uno se quedó  en la ciudad y los otros dos se hallan en Estados Unidos.
“Ya no hemos pensado regresar a la China; aquí nacimos, aquí morimos”, indica.
La pareja lleva  63 años de matrimonio. Ana, a sus 83 años, está muy lúcida, y José Changquon descansa todos los días en una mecedora. A veces toma el sol en el paseo José María Egas, frente a su local, que tiene un letrero grande que dice “Almacén Chang, desde 1952”.  



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