Emma Tenorio, una mujer de 50 años, inicia su jornada a las 3 de la mañana para vender corviques y empanadas en la entrada al sector Coca-Cola, en la avenida Los Colonos de Santo Domingo, Ecuador. Lo hace por amor a su familia y para mantener a sus nueve hijos, algunos aún en etapa escolar.
Una receta con historia y sabor esmeraldeño
Aunque nació en Esmeraldas, Emma vive en Santo Domingo desde hace tres décadas, cuando llegó para iniciar una nueva vida. Desde hace dos años, eligió la venta de corviques como medio para sostener su hogar. Preparar los alimentos no es sencillo: rayar el verde, cocinar y empacar requiere horas de trabajo. Sin embargo, ella asegura que el ingrediente clave es su sazón esmeraldeña, un legado familiar que ha conquistado a decenas de clientes habituales.
Su menú, que ofrece desde las 6:00 hasta el mediodía, incluye corviques de queso, pescado o pollo, empanadas de verde y de harina, y bebidas como café o morocho. Pero hay algo que marca la diferencia: un guiso especial con maní, “el secreto de la abuela”, que realza los sabores con un toque picante y especial.
Este secreto culinario es lo que, además de su sazón, hace que los comensales regresen cada día.
Un punto estratégico lleno de movimiento

El lugar donde trabaja Emma no es casual. La entrada al Plan de Vivienda municipal es un punto de paso constante. Por allí transitan trabajadores, estudiantes, mototaxis y buses. Ella ha sabido aprovechar ese flujo matutino para ofrecer alimentos a solo 50 centavos, un precio accesible que también la ha hecho popular.
Antes, trabajaba hasta la noche. Hoy, gracias a la preferencia de sus clientes, puede retirarse antes del mediodía. Esto le permite regresar a casa, descansar y prepararse para un nuevo día. Cada jornada comienza de la misma forma: arrodillada, agradeciendo a Dios y pidiendo fuerzas para continuar.
Corviques: el sustento que alimenta a una familia
Para Emma son más que un alimento: representa resiliencia y esperanza. Con lo que gana, cubre gastos escolares, alimentación y lo necesario para su familia. Algunos de sus hijos la ayudan a montar su carreta por las mañanas, otros la acompañan en su jornada.
Aunque reconoce que sufre dolencias físicas, no se detiene. Su prioridad es ofrecer lo mejor y mantener la constancia. El trabajo, dice, no solo le da ingresos, también le da dignidad. “Mientras tenga fuerzas, seguiré aquí”, afirma.
Emma invita a quienes aún no la conocen a probar sus corviques, empanadas y morocho; preparados con cariño y dedicación. Está de lunes a viernes, desde las 6:00 hasta el mediodía, en la entrada al Plan de Vivienda municipal, justo frente al tráfico cotidiano de quienes inician su día. Emma no solo ofrece comida, sino también cercanía, calor humano y una muestra palpable de esfuerzo diario.
Gracias al reconocimiento que ha ganado en su comunidad, su puesto es hoy un punto referencial para quienes buscan algo rico, económico y hecho con esmero. En cada corvique o empanada dice ella, va un poco de su historia (31).