Santo Domingo se tomó un respiro por el confinamiento
El ruido de la maquinaria municipal hizo contraste con el bajo tráfico vehicular de las calles. Las asfaltadoras y retroexcavadoras que trabajaron en algunas vías del centro de la ciudad de Santo Domingo generaron bulla y cimbrado.
Esto, en un día que se suponía debía de ser de silencio absoluto por el confinamiento parcial que se mantendrá hasta la madrugada de este lunes.
En la esquina de las avenidas Tsáfiqui y Abraham Calazacón, al igual que en la Río Toachi y avenida Quito, se hicieron trabajos de mejoras de la calzada y se intervino en un puente peatonal.
El imponente brazo mecánico de una máquina causó un estruendo en el centro de la urbe de la capital Tsáchila. Cada vez que se movía, el suelo de toda la arteria de la Quito era presa de un remezón.
En algunos tramos de calles, donde se realizan trabajos en parterres, las labores no se detuvieron.
Las autoridades aprovecharon la restricción total de ayer sábado para mantener el ritmo de la obra pública.
Mientras que, para reducir la movilidad, se bloquearon tramos de arterias que en días normales registran una alta concurrencia.
Se colocaron vallas metálicas, cintas de seguridad, barreras reflectivas y carpas.
En cada punto había agentes de la Policía, tránsito, seguridad ciudadana, bomberos, entre otros.
En la calle Ambato y avenida 29 de Mayo se instaló un puesto de mando unificado en el que estaban todas las autoridades monitoreando la jornada del primer día de la limitación total de la movilidad vehicular y peatonal.
El comandante del Cuerpo de Bomberos, Hugo Parra, verificaba en una pantalla las escenas que proporcionaba el ECU-911 con sus más de 40 cámaras.
Se observó un ligero movimiento de ciclistas, personas y autos en las principales vías de la ciudad.
Eran motorizados de los servicios de entrega de alimentos y productos a domicilio. También se vio a vehículos de instituciones estatales y carros particulares que se movilizaron bajo las excepciones que emitió el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) Nacional.
En el puesto de mando, uno de los vehículos de la Unidad de Control Ciudadano acopió una gran cantidad de botellas de licor que habían sido decomisadas de autos que circulaban con conductores en estado de embriaguez y de personas que infringieron el toque de queda la noche del viernes.
El jefe bomberil Parra aseguró que se instalaron en sesión permanente 400 funcionarios entre ellos uniformados de todos los servicios, para verificar que se cumplan las disposiciones.
En general, el aislamiento obligatorio de ayer dio un respiro a la urbe.
La zona comercial, un sector muy fuerte en la economía local, cesó y dio lugar a muchos “claros” en los alrededores de los miles de negocios de sus calles.
La parte más desértica se evidenció en las áreas contiguas al mercado de las calles Ambato y Guayaquil.
Lo mismo se observó en la peatonal 3 de Julio.
Ambas áreas son el epicentro del comercio y escenarios permanentes de un exceso de compradores.
Frente al mercado central se colocaron barreras de seguridad. Por ahí caminaban María Molina y Verónica Ortiz. No se conocen, pero la travesía las unió.
Fueron a entregar un encargo a la calle Ejército Ecuatoriano desde tempranas horas.
Molina caminó desde el sector Santa Martha hasta esa zona. Estaba cansada y se tomó una pausa a la altura del centro de abasto.
Ya estaba de retorno.
Su presencia en el sitio llamó la atención. En ese espacio está una de las paradas de buses con mayor demanda de viajeros del transporte urbano.
Llegan hasta 150 en un día normal y las imágenes de las aglomeraciones son recurrentes. Ayer solo habían “dos almas”.
César Riofrío madrugó para cuidar su propiedad y la de sus compañeros.
Él es comerciante en la peatonal 3 de Julio y estaba de turno en la brigada de seguridad que mantiene ese sector. En días de baja actividad, ese corredor de pequeños cubículos se expone a la inseguridad.
Personas de dudosa procedencia caminan por la zona y a su paso van tocando puertas con la intención de verificar si alguna quedó abierta o floja.
Riofrío caminaba por la acera ubicada en las calles Ibarra y Latacunga.
Llevaba un chaleco que tiene los logotipos de la Federación de Comerciantes 3 de Julio y un distintivo que indica que es parte del equipo de cuidadores.

La nula actividad fue notoria en la terminal terrestre.
Los 10 mil usuarios que a diario llegan a esas instalaciones no dieron señales.
Cristina Quiñónez, guardia en el lugar, miraba con atención a quién tomaba fotos frente a la boletería de la cooperativa Zaracay. “Aquí nadie puede estar. ¿Usted sabe que estamos en confinamiento? Le respondo que sí, mira mi credencial y luego me dice: ‘vaya con cuidado, las calles están solitarias y le pueden robar’”.
En las afueras de la estación de buses, la Unidad de Policía Móvil vigila que nadie cruce las cintas amarillas de seguridad que se colocaron para evitar el paso.
En la esquina hay otro grupo de agentes, que a ratos permite el paso de autos que van hacia la zona de los hoteles. Esos puntos aparecieron en otros tramos de la ciudad, como cual trincheras en campos de guerra.