Nada para festejar



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El 12 de marzo Portoviejo cumplió 486 años de su fundación, coincidente con el primer año de las restricciones por la pandemia que nos azota. En estos doce meses las consecuencias han sido fatales para la población de más 300 mil habitantes de esta capital, desde la pérdida de vidas humanas hasta la gravedad y consecuencias de carácter económico.

A partir de septiembre del año pasado, después de seis meses del estado de excepción, la ciudad durante el día empezó a recuperar parcialmente la actividad económica, aunque no podemos decir lo mismo de su vida nocturna. Pero se temía que el ablandamiento de las medidas restrictivas provocara mayor movilidad del virus, entonces vinieron las concentraciones y movimiento de personas en los sucesivos feriados de noviembre, diciembre, febrero y el proceso electoral de la primera vuelta, factores propicios para que los contagios del COVID-19 sigan incrementándose al punto de que los servicios sanitarios de Portoviejo, están totalmente copados, agravado por el aumento de decesos diarios de 5 a 8 en los recientes meses del 2021. 
En el segundo semestre las cifras de fallecidos en Manabí llegan alrededor del millar, la mayoría de estas víctimas corresponde, lamentablemente, a nuestro cantón, que es uno de los más afectados del país.
Datos recientes publicados por el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) Nacional permiten confirmar que Portoviejo concentra más del 30% de los contagios de Manabí y que esta cifra de por sí supera en el país a más de una docena de provincias, estadísticas nada envidiables que reflejan la magnitud de la tragedia en la capital manabita.
Hace un año era una quimera pensar en el antídoto para esta mortal enfermedad; por fortuna ahora ya es una realidad, pero Portoviejo no tiene planes propios a la vista para inmunizar a cerca de 150 mil personas consideradas por el municipio como prioritarias.
Si a la penuria sanitaria que sufre la urbe se le agrega la crudeza de la estación lluviosa que está destruyendo las calles y vías, arrastrando lodo desde las colinas, además de las obras inconclusas en el centro de la ciudad, y otras ofrecidas y postergadas desde tiempos del terremoto, decimos que no hay nada que festejar, ha sido un aniversario sin pena ni gloria, quizá con más penas que otra cosa