A Luisa Lagos le cumplieron su última voluntad
Las flores y las velas adornaron el ataúd de Luisa Lagos.
Al fondo de la calle Río Huayco, en la cooperativa de vivienda Gran Colombia, en Santo Domingo, estaba el cofre con sus restos.
Bajo la carpa funeraria se reunieron sus seres queridos para despedirla. Ella murió el pasado sábado, en el hospital Gustavo Domínguez.
Hasta ayer la velaron, tal cual ella había pedido. Siempre dijo que quería que su funeral durará tres días y que la sepultarán junto a la tumba de su mamá, en El Carmen.
Sonriente, trabajadora y solidaria. Así era Luisa, quien dejó de existir a los 33 años de edad.
El 6 de diciembre cumpliría sus 34 años.
Esperaba esa fecha con metas, sueños y el anhelo de ser feliz.
Luisa Lagos se ganó el respeto de todos
Durante toda su vida se enfrentó a los prejuicios de la sociedad por ser una mujer trans. Y se ganó el respeto de todos quienes la conocían.
A los 15 años se practicó la primera cirugía para modificar su cuerpo. Tenía intervenciones en las caderas, los pechos y la nariz.
En medio de un procedimiento donde intentó inyectarse biopolímeros en los muslos, sufrió un infarto que le costó la vida.
Ese día, en circunstancias que están por esclarecer, alguien se comunicó con una amiga de ella y le avisó que estaba mal de salud, para que la llevaran al hospital.
Ahí solo confirmaron su muerte porque, al parecer, una arteria que va directo al corazón fue afectada en el procedimiento.
Era una persona empoderada y orgullosa de su vida. Participó como candidata a varios concursos de belleza GLBTI en Santo Domingo.
También recibió el rechazo de muchos, incluso violencia física en varias ocasiones. Todos esos actos los denunció y jamás desmayó en su afán de salir adelante.
El sábado, a las 17h00, una hora antes de morir, caminó por su barrio. Fue a comprar una cola a la tienda y sus vecinas la vieron.
Caminaba sensual, con una sonrisa, haciendo bromas. Así era Luisa Lagos, así la recordarán para siempre.
