A principios de la década de 1930, la isla Floreana, un rincón deshabitado del archipiélago de Galápagos, atrajo a un grupo de europeos que soñaban con construir una utopía lejos de las crisis de su tiempo. La migración a las islas ecuatorianas, entonces con pocas regulaciones gubernamentales, permitió a estos colonos establecerse en busca de un nuevo comienzo. Sin embargo, lo que comenzó como un anhelo de libertad y armonía se transformó en un relato de conflictos, escasez de recursos y tragedias que captaron la atención mundial.
El primer grupo en llegar, en 1929, fue la pareja formada por el médico alemán Friedrich Ritter y su compañera Dore Strauch, quienes abandonaron a sus respectivos cónyuges en Berlín para instalarse en Floreana. Buscaban soledad y una vida sencilla. Ritter, decidido a evitar problemas dentales en un lugar remoto, se extrajo todos los dientes y usó dentaduras de acero inoxidable, que compartía con Strauch. La prensa los apodó “Adán y Eva” por su intento de empezar de cero.
La Floreana y la dura vida
Sin embargo, la pareja enfrentó dificultades: la escasez de agua y alimentos los obligó a trabajar arduamente para cultivar vegetales y construir refugios, lo que reveló tensiones en su relación. En 1932, la familia Wittmer se unió a ellos. Heinz Wittmer, veterano de la Primera Guerra Mundial y excolaborador del alcalde Konrad Adenauer en Colonia, Alemania, decidió mudarse con su esposa embarazada, Margret, y su hijo adolescente, preocupados por la depresión económica global y la salud familiar. Margret dio a luz a Rolf, considerado el primer niño nacido en Floreana.
Los Wittmer, comparados con “La familia suiza Robinson”, intentaron adaptarse a las duras condiciones de la isla. La llegada de un tercer grupo, liderado por la autoproclamada baronesa austriaca Antonia Wagner von Wehrborn Bosquet, junto a sus dos amantes alemanes, Rudolf Lorenz y Robert Philippson, desató el caos.
La construcción de un hotel
La baronesa, quien planeaba construir un hotel de lujo llamado “Hacienda Paraíso” para viajeros adinerados, monopolizó las escasas fuentes de agua dulce, interceptó el correo y acaparó suministros, autoproclamándose “emperatriz de Floreana”. Sus acciones intensificaron las tensiones entre los colonos.
El sueño utópico se desmoronó con una serie de tragedias. En 1934, Ritter, vegetariano convencido, murió tras consumir pollo contaminado preparado por Strauch, quien sufría abusos físicos por parte de él. La baronesa y Philippson, tras el fracaso de su proyecto hotelero y sus planes de mudarse a Tahití, desaparecieron sin dejar rastro. Lorenz, el otro amante, fue encontrado muerto en otra isla, probablemente por deshidratación. Solo los Wittmer permanecieron en Floreana, y sus descendientes aún gestionan un hotel en la isla.
Libros y documentales
La historia de estos colonos ha fascinado a escritores y cineastas durante décadas. En 2022, el podcast “Dark Histories” de Spotify dedicó un episodio a estos eventos. En septiembre de este año, la autora estadounidense Abbott Kahler publicará “Edén deshecho: una historia real de sexo, asesinato y utopía en los albores de la Segunda Guerra Mundial”, una obra de no ficción basada en diarios, cartas y archivos históricos.

Kahler, experiodista policial y autora de bestsellers del New York Times, descubrió esta historia mientras investigaba otro proyecto, intrigada por un recorte periodístico que describía a la baronesa como una figura excéntrica. “Era feminista, sin miedo a perseguir sus deseos, desafiando las normas de la época”, afirmó Kahler en una entrevista con el medio alemán DW. La autora visitó Floreana, donde conoció a la hija y nieta de Margret Wittmer, y exploró los lugares donde vivieron los colonos.
Kahler destaca la universalidad del sueño de los colonos: “Todos han soñado con dejar todo atrás y buscar algo mejor. Es una historia humana”. Sin embargo, subraya las dificultades que enfrentaron: “Vivir en una isla desierta requiere estar solo. Llevar a otros trae conflictos“. La falta de recursos, como agua y comida, y las personalidades incompatibles de los colonos convirtieron su paraíso en un infierno. (10)