Edwin Vladimir D. M., de 36 años, asfixió a su expareja de 34 años en una vivienda del sector Zabala, parroquia de Calderón, Quito, tras una discusión violenta. Esto culminó un historial de ocho años de convivencia marcada por agresiones; la Fiscalía logró una condena de 26 años de prisión, la pena máxima por femicidio. Todo durante un juicio basado en pruebas periciales y ADN.
El femicidio ocurrió en la vivienda que ambos compartían en el sector Zabala, una zona residencial del norte de Quito. Ocurrió durante la madrugada del 9 de octubre de 2024. Según la Fiscalía General del Estado, Edwin Vladimir D. M., y la víctima, cuya identidad se reserva por respeto a la normativa de protección de datos. Ellos sostuvieron una discusión acalorada que escaló hasta el desenlace fatal.
Acto de violencia
El hombre, en un acto de violencia extrema, asfixió a su expareja, con quien había mantenido una relación sentimental de ocho años. Esto a pesar que llevaban meses separados. La pericia histopatológica presentada en el juicio reveló lesiones internas en el cuello de la víctima. Las lesiones consistentes con ahorcamiento, mientras que el examen médico-legal identificó marcas externas de violencia, evidenciando un forcejeo previo.
La prueba clave fue el análisis de ADN, que encontró restos de piel del agresor bajo las uñas de la víctima, confirmando que ella intentó defenderse durante el ataque. Este conjunto de evidencias científicas resultó determinante para la acusación por femicidio. El fiscal del caso, en sus alegatos, destacó el contexto de violencia previa en la relación, un factor recurrente en casos de femicidio en Ecuador.
Valoración sicológica por femicidio
La valoración psicológica del procesado, realizada por un perito de la Fiscalía, fue presentada en el juicio: Edwin Vladimir D. M. admitió haber sujetado el cuello de la víctima durante aproximadamente un minuto, lo que provocó su muerte por asfixia. La confesión, junto con las pruebas forenses, consolidó la imputación.
Tras cometer el femicidio, Edwin Vladimir D. M., intentó quitarse la vida. Primero, se cortó las venas con un estilete en la misma vivienda, pero no logró su propósito. Luego, se trasladó al puente de Gualo, en el noroeste de Quito, con la intención de arrojarse al vacío. Las mallas de seguridad instaladas en el lugar, diseñadas para prevenir suicidios, frustraron su plan.
Finalmente, el procesado condujo un vehículo con cabezal, que había retirado de un depósito en Alóag, y provocó un accidente de tránsito deliberado en un intento adicional de suicidio. El automotor estaba equipado con un sistema de rastreo satelital, lo que permitió a la Policía Nacional, alertada previamente por el reporte del femicidio, localizarlo rápidamente.