En cada supermercado latino de Miami, Nueva York o Houston hay algo más que estantes llenos: hay memoria. Detrás de una funda de chifles, un frasco de sal prieta o una lata de atún ecuatoriano, hay una cadena comercial transnacional que responde a una demanda muy concreta: la de los migrantes ecuatorianos que, desde Estados Unidos, buscan reconectar con su identidad a través de los sabores de su tierra.
El Instituto de Promoción del Ecuador (Pro Ecuador), adscrito al Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca, cuenta con datos que evidencian un crecimiento sostenido en exportaciones de alimentos procesados hacia EE.UU.
Los datos revelan que no solamente es el poder adquisitivo de los migrantes ecuatorianos lo que se ve reflejado en el crecimiento sostenido en las exportaciones de alimentos procesados a Estados Unidos. Sugiere que hay “una demanda creciente, impulsada por cambios de estilo de vida y preferencia por alimentos de calidad entre consumidores, incluidos los migrantes latinoamericanos”. Desde esa perspectiva, los productos alimenticios procesados no son solo exportaciones: son la evolución de vínculos culturales en tránsito.
Sabores que cruzan fronteras
Según datos del Banco Central recogidos por Pro Ecuador, entre los productos procesados ecuatorianos más demandados por los migrantes en EE.UU. se encuentran:
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Aceites (de palma y girasol)
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Galletas y confites
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Lácteos y bebidas lácteas
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Conservas de atún y sardinas
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Productos congelados como yuca, humitas, pan de yuca
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Además, emergen productos como chifles, snacks de quinua y ajíes tradicionales
Estos productos están presentes principalmente en supermercados latinos, bodegas independientes y plataformas de comercio electrónico dirigidas al público hispano.
Desde Ecuador hasta la cocina en Nueva Jersey
La logística para que estos productos lleguen desde Ecuador hasta las despensas migrantes en EE.UU. implica un proceso complejo:
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El puerto de Guayaquil concentra el 70 % de las exportaciones no petroleras del país.
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El transporte marítimo tarda entre 9 y 18 días, dependiendo del puerto de destino.
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El flete por contenedor oscila entre USD 3.500 y 6.000, sin contar aranceles ni impuestos. Se trata rutas largas, con contenedores refrigerados o alta demanda estacional.
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Los productos deben pasar controles sanitarios del USDA y FDA, además de contar con certificados fitosanitarios emitidos por AGROCALIDAD.
Una vez liberados, los productos se distribuyen a bodegas mayoristas y tiendas de consumo latino en ciudades donde la comunidad ecuatoriana es significativa.
Productos ecuatorianos con identidad
En 2024, según datos del banco Central, Ecuador exportó más de USD 5 mil millones a Estados Unidos, siendo los productos pesqueros procesados como el atún los más relevantes (USD 1.370 millones). Para el segmento de alimentos procesados —aceites, lácteos, snacks y conservas— EE.UU. fue el segundo mercado más importante, con ventas por USD 1.744 millones hasta mayo.
Este crecimiento no es casual. La dolarización, la demanda por alimentos con valor agregado y la conexión emocional que generan estos productos entre los migrantes hacen que este sector mantenga un potencial estratégico alto, según la Cámara de Comercio Ecuatoriano-Americana.
Obstáculos que valen la pena
Aunque el negocio es rentable, no está exento de desafíos:
Ventajas:
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La dolarización facilita las transacciones internacionales.
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Hay una demanda sólida en la comunidad latina y ecuatoriana en EE.UU.
Desafíos:
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Altos costos logísticos y de fletes internacionales.
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Normativas exigentes de USDA/FDA.
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Competencia con productos de EE.UU. y otros países exportadores.
A pesar de ello, muchos importadores ecuatorianos en EE.UU. siguen apostando por este nicho. Para ellos, no se trata solo de negocios, sino de mantener viva una identidad que se resiste a desaparecer entre fronteras.
Un bocado de patria lejos de casa
La próxima vez que un ecuatoriano compre una lata de atún en Atlanta o una botella de ají en Chicago, no estará adquiriendo solo comida: estará rescatando un recuerdo, una receta familiar, un vínculo emocional con su origen. Y detrás de esa compra y ese sabor, hay toda una cadena de esfuerzo logístico y cultural que convierte el comercio exterior en una forma de pertenencia.