A nueve años del terremoto de 7.8 grados que sacudió Manabí y Esmeraldas, Portoviejo aún llora a sus muertos y reconstruye con esfuerzo su historia. Los recuerdos permanecen vivos entre escombros emocionales y memorias imborrables. Testimonios de quienes lo vivieron dan cuenta del dolor que persiste en el corazón de los manabitas.
Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, decenas de portovejenses reviven, cada 16 de abril, la tarde en que sus vidas cambiaron para siempre. El terremoto del 2016 no solo dejó destrucción física: se llevó consigo familias, sueños y tranquilidad. Hoy, en el noveno aniversario de aquella tragedia, los sobrevivientes siguen contando su historia, con esperanza, pero también con el peso del dolor que no cesa.
16A: el día que todo cambió
El reloj marcaba las 18:58 del sábado 16 de abril de 2016 cuando la tierra comenzó a temblar con violencia. En menos de un minuto, casas, edificios, comercios y vidas colapsaron. En Portoviejo, el corazón urbano quedó hecho escombros. Calles llenas de polvo, gritos desesperados y sirenas marcaron la escena de una de las mayores tragedias del país.
Los recuerdos permanecen vívidos, el tiempo parece haberse detenido en aquel instante. Nueve años después, la ciudad reconstruida convive con el recuerdo permanente de los que ya no están.
Wilfrido Pinargote, dueño de Calzado Mariner (ubicado entonces en la esquina de la Chile y P. Moreira), vivió uno de los episodios más desgarradores que un ser humano puede enfrentar. La tierra no solo se llevó su lugar de trabajo, también a parte de su familia.
“Ahí perdí a mi nuera que era doctora, mi otro hijo que era doctor y mi ahijado que también era doctor. Entonces, ¿cómo voy a estar? Estaba perdido yo ya. Yo no sabía ni dónde estaba en ese rato”, recuerda entre sollozos. “Lo que más recuerdo es ver a mis hijos ahí”, recalca con dolor.
El terremoto también afectó la salud mental
Carmen Pazmiño tenía un bebé de apenas meses cuando el terremoto sorprendió a su familia dentro de su hogar. El sismo la tomó durante el proceso de lactancia, y su salud emocional se vio tan comprometida que debió dejar de amamantar a su hijo.
“El médico me dijo que por salud del bebé suspendiera la lactancia porque yo entraba en un tema de nerviosismo, en unas situaciones bien fuertes.” Hoy, su hijo tiene nueve años, pero cada aniversario del terremoto revive los temores de aquella noche en que la maternidad y el miedo se entrelazaron en una experiencia que marcó su vida.
Edisson Rengifo, dirigente del taxismo en Portoviejo, atribuye su salvación y la de sus compañeros a una coincidencia inesperada: un partido de fútbol. Aquella noche, él y otros 19 dirigentes salieron del Sindicato de Choferes, edificio que terminó colapsando. “Gracias a Liga de Portoviejo, 20 dirigentes que nos encontrábamos ese día en las instalaciones del Sindicato, pudimos estar con vida porque salimos por el partido. Tal vez Dios nos bendijo”, cuenta con emoción.
Una pérdida irremplazable
Denny Rezabala, propietaria de Novedades Pillín en el centro de Portoviejo, aún no puede hablar del terremoto sin que se le quiebre la voz. El edificio en el que trabajaba se vino abajo, llevándose consigo no solo su negocio, sino a varios miembros de su familia.
“En lo personal, para nosotros fue colapso total. El edificio se vino abajo. Con ello se llevó la vida de mis familiares, mi hija. Entre mi núcleo familiar, mi tía y mi sobrina”, cuenta entre lágrimas.
Portoviejo no se rinde tras 9 años de la tragedia
El terremoto de 2016 dejó más de 670 fallecidos, miles de heridos y cuantiosas pérdidas materiales, pero también demostró la fortaleza del pueblo manabita. La reconstrucción ha sido un proceso largo y no exento de corrupción y desafíos, pero Portoviejo ha sabido levantarse, aunque la memoria siga presente en cada rincón.
Hoy 16 de abril de 2025, al cumplirse nueve años del desastre, se realizan actos conmemorativos, misas y encuentros comunitarios en homenaje a las víctimas.