Un informe presentado el 27 de junio de 2025 en Quito, Ecuador, por expertos de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), el Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado (OECO) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), revela que niños, niñas y adolescentes se unen voluntariamente a organizaciones criminales en nueve ciudades costeras del país, impulsados por la búsqueda de pertenencia, protección y beneficios económicos en contextos de pobreza y exclusión educativa.
Un fenómeno alarmante en Ecuador
El estudio, titulado “Estudio de Caracterización sobre la Vinculación de Niños, Niñas y Adolescentes a Organizaciones Criminales en Ecuador”, fue presentado en el marco del Seminario Internacional “Crimen Organizado, Dinámicas de Vinculación de Niñez y Juventud a Grupos Criminales y Estrategias de Prevención” en Quito. La investigación, apoyada por la Oficina de Asuntos Antinarcóticos y Aplicación de la Ley (INL) de la Embajada de Estados Unidos, encuestó a 3.000 niños y jóvenes de entre 12 y 17 años en nueve ciudades costeras: Manta, Portoviejo, Machala, Babahoyo, Quevedo, Esmeraldas, Santa Elena, Guayaquil y Durán. Los resultados muestran que el 8% de los encuestados admitió pertenecer a un grupo criminal.
La investigación destaca que, desde 2019, el fenómeno de la vinculación de menores a bandas criminales se ha agravado, en un contexto de crisis penitenciaria y deterioro de indicadores sociales. Según el informe, 500.000 jóvenes de entre 15 y 24 años no estudian ni trabajan, y más de 250.000 han sido excluidos del sistema educativo, según datos de UNICEF (2021).
Factores que impulsan la vinculación a las bandas criminales
El estudio identifica que los menores se unen a estas organizaciones motivados por incentivos económicos, presiones sociales y la búsqueda de pertenencia y protección. Bandas como Los Lobos y Los Choneros ofrecen recompensas económicas, mientras que grupos como Los Tiguerones y Chone Killers utilizan presión grupal. El 51% de los encuestados afirmó que hay presencia de bandas en su barrio, con porcentajes más altos en Santa Elena (77%), Durán (75%) y Guayaquil (70%).
Un hallazgo clave es que los menores, algunos de tan solo 10 años, buscan en las bandas un sentido de importancia y respeto. El 11% de los encuestados dijo haberse unido para abandonar su hogar, mientras que el 28% conoce a un miembro de una banda, y en Esmeraldas, una cuarta parte afirmó que un familiar directo pertenece a estos grupos.
Bandas criminales: Violencia y control territorial
El informe señala un aumento alarmante en los homicidios intencionales de niños y jóvenes, que crecieron un 640% entre 2019 y 2022, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO). De estos, el 87% se cometió con armas de fuego. Aunque en 2024 los homicidios generales disminuyeron un 15%, en el grupo etario de 0 a 17 años aumentaron un 8% respecto al año anterior.
Las bandas criminales han consolidado su poder mediante el control territorial, la extorsión, el tráfico de drogas y el secuestro, especialmente en ciudades costeras. El estudio revela que estos grupos regulan la vida cotidiana, controlan desplazamientos e incluso imponen códigos de vestimenta, como tipos de calzado, para identificar a personas de barrios bajo su dominio.
Testimonios que reflejan la realidad
El caso de Doménica, una joven que huyó de Esmeraldas a los 13 años, ilustra el peligro al que se enfrentan los menores. Según su relato, las bandas reclutan a chicas jóvenes bajo pretextos como “escoger novia” para fiestas, donde se les induce al consumo de alcohol y drogas. Su amiga, seleccionada por un miembro de una banda, cayó en adicciones y se convirtió en una “polilla”, término usado para describir a quienes realizan tareas para las bandas a cambio de drogas. Doménica, que ahora vive en Quito y estudia a distancia, agradece haber escapado, pero reconoce que muchas “peladitas” siguen atrapadas en este ciclo.
El rol de la escuela y la familia
El entorno escolar también es un factor crítico. Entre el 10% y el 25% de los encuestados expresó insatisfacción con su escuela, citando inseguridad, intimidación, extorsiones y hasta amenazas de bomba. Los centros educativos, lejos de ser espacios seguros, son escenario de violencia y enfrentamientos entre grupos.
En cuanto al contexto familiar, el estudio destaca que la pobreza y el abandono del hogar son determinantes en la vinculación de menores a bandas. La investigación subraya que las familias juegan un rol crucial en la prevención, pero en contextos de alta violencia, muchos menores optan por dejar sus hogares, ya sea por decisión propia o forzados por las circunstancias.
Canales de captación y estrategias de prevención
El informe revela que WhatsApp es el principal medio de captación, según el 31% de los encuestados, lo que resalta el uso de plataformas digitales por parte de las bandas. Los investigadores proponen que las estrategias de prevención deben abordar la pobreza, la exclusión educativa y la falta de oportunidades, fortaleciendo el sistema educativo y el apoyo familiar.
El seminario internacional en Quito busca generar estrategias para combatir este fenómeno, con la participación de expertos y organizaciones internacionales. La investigación, respaldada por PADF, OECO, Flacso y el programa Comunidades Seguras, ofrece un diagnóstico clave para diseñar políticas públicas que protejan a los menores de la influencia del crimen organizado.