Cualquier cosa se puede decir al Gobierno por el incremento del precio del diésel: que no toma en consideración la situación económica actual, que solo cumple órdenes del FMI, como afirman los desvelados de siempre; que perjudica al pueblo, que no piensa en los más pobres, que los nuevos recursos son para compensar gastos de campaña electoral, tal como lo aseguran políticos rabiosos; o que es un impuesto más que elevará el costo de vida de toda la población. Sí, esto y mucho más se podrá decir: el castellano es generoso a la hora de crear adjetivos.
Pero eso sí, creo que nadie negará que la decisión tomada por el Gobierno de reflejar la verdad del precio de un bien necesario como es el combustible, en un país donde primero se piensa en las próximas elecciones y en complacer a todos, aunque se perjudique la economía nacional y el futuro de las próximas generaciones, es antes que nada una decisión valiente, tomada sin temor a la crítica ni a sus consecuencias.
Existen mil y una razones para que el precio se incremente. Aquí un par de ejemplos: muchos analistas afirman repetidamente que el subsidio al combustible es el principal estímulo para que se fugue por las fronteras; es decir, que los contrabandistas compran barato aquí para vender en Colombia y Perú a precio real. El combustible también subsidia a los ricos, a los grandes empresarios, ¡por increíble que parezca! ¿Tiene algún sentido esta práctica?
El Gobierno dice que el subsidio representa 1.600 millones de dólares al año. ¿Está bien que se regale este volumen de dinero en un país al que le falta tanto? Un muy respetable comentarista señala: “A dólares de hoy, el subsidio a los combustibles desde que este se inició ha entregado a los ciudadanos medios y altos en la escala económica, a empresas, a contrabandistas y narcotraficantes la impresionante cifra de más de 80.000 millones de dólares. Es decir, toda la deuda pública de Ecuador, aquella con el FMI, el Banco Mundial, el BID, la CAF, la de los tenedores de bonos de la deuda externa, así como la de los tenedores de bonos de la deuda interna, toda esa deuda ha ido a subsidiar combustibles” (El Universo, 14 de septiembre).
Entonces, si se miran con frialdad y total objetividad estas cifras, fácilmente se concluye que Ecuador ha estado regalando dinero como si lo tuviera todo. La hora de detener este desangre llegó.