En los últimos días, en el corazón de Israel, se han producido manifestaciones originadas desde los drusos, comunidad etnorreligiosa que tiene sus orígenes en el siglo XI.
El drusismo incorpora elementos del cristianismo, budismo, junto a otras filosofías y creencias, creando una teología distinta y secreta basada en una interpretación esotérica de las escrituras, que hace hincapié en el papel de la mente y la veracidad.
Representan cerca del 2 % de la población en Israel y el 3 % en Siria; principalmente en este último están ubicados en el suroeste.
Desde la fundación del Estado Israel, han servido en el ejército de forma obligatoria. A diferencia de otras minorías, ocupan posiciones estratégicas en las Fuerzas de Defensa Israel (FDI), en gran medida por su conocimiento del idioma árabe y la cultura de la región, demostrando una consecuencia con los judíos, luchando en múltiples conflictos.
Israel, como reciprocidad con este aliado interno, ha planteado el respaldo y seguridad de las comunidades drusas dentro y fuera de su frontera, principalmente en el sur de Siria, buscando integrarlos de forma masiva como fuerza laboral en el país.
La lealtad de los drusos hacia Israel contrasta con las alianzas cambiantes del Medio Oriente. A pesar de su integración en Israel, los drusos en Siria y Líbano han enfrentado situaciones más complejas debido a las tensiones políticas.
En este escenario, los recientes ataques en la ciudad siria de Jaramana hacia los drusos, que han conllevado a decenas de muertos, han desencadenado que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, haya ordenado el ataque a posiciones sirias, generando un nuevo frente de guerra, con la variable de que existe un sector de la sociedad israelita que ha decidido impulsar medidas de lucha para exigir, de parte del Estado, respuesta ante los daños que están viviendo miembros de esta etnia, quienes exigen respuesta a su fidelidad durante décadas al gobierno sionista.