Es incomprensible la indolencia de las autoridades y la pasividad de los ciudadanos. En nuestros cantones hay calles abiertas por trabajos municipales y luego abandonadas por semanas o meses.
Esos huecos se convierten en trampas y los montículos de tierra en fuentes de polvo que deterioran nuestra salud y vehículos.
Esto pasa en varios cantones y el malestar crece. Ya no aceptamos la excusa de la falta de asfalto. ¿Cómo se planifica una obra sin asegurar los materiales? ¿Dónde está la coordinación? El polvo constante enferma a niños y adultos, mientras los municipios no perdonan el cobro de impuestos porque está ahí para recordarnos la deuda.
Como ciudadanos y contribuyentes exigimos servicios, no pretextos; queremos gestión, no palabras ni promesas. Es inaceptable vivir entre zanjas y nubes de polvo. No es solo estética, es una cuestión de salud pública, seguridad vial y respeto al ciudadano.
Vaya usted a Portoviejo, Manta o cualquier otro cantón y pregunte cómo están las calles. No se sorprenda, en todas partes existe este problema. Pareciera que existiera un acuerdo para dañar las vías. Los municipios deben velar por nuestro bienestar, no justificar su ineficiencia. Como sociedad, no podemos normalizar el abandono ni aceptar un progreso que en vez de obras de calidad deja un hueco en cada cuadra.