La prevención de riesgos en Ecuador sigue siendo una deuda, y, lamentablemente, es muy poco lo que se hace por cambiar esta realidad.
Cada evento natural recuerda que las acciones preventivas no están consolidadas y que las reacciones, aunque son necesarias, no sustituyen a una planificación oportuna. El reciente sismo en Esmeraldas lo evidenció con claridad.
Pese a las duras lecciones del pasado, no se ha avanzado hacia una cultura de prevención sostenida. Las autoridades locales y nacionales centran esfuerzos en la respuesta inmediata, mientras la ciudadanía continúa sin capacitación adecuada sobre cómo actuar ante una emergencia.
Es indispensable que las instituciones diseñen e implementen políticas claras para reducir la exposición al riesgo. Esto incluye planificación urbana, normas de construcción seguras, señalética visible, simulacros frecuentes y campañas de concienciación permanentes.
Ecuador se ubica en el cinturón de fuego del Pacífico y enfrenta con regularidad fenómenos como El Niño y La Niña. Es una realidad que no puede ignorarse por la vulnerabilidad constante en que se halla la población del país.
La seguridad es una responsabilidad compartida entre ciudadanos y autoridades, que no puede seguir dependiendo del azar ni del instinto individual.