El servicio de agua potable en Ecuador surgió a inicios del siglo XX con sistemas rudimentarios, que reemplazaron pozos y acequias.
Desde mediados de siglo, obras estatales ampliaron el acceso y modernizaron la vida urbana.
Pero Bahía de Caráquez, a pesar de ser una ciudad costera con gran potencial turístico, acuícola y cultural, ha soportado un desabastecimiento eterno, con cortes prolongados por falta de infraestructura adecuada y el permanente deterioro de tuberías y sistemas de bombeo. Las promesas de los gobiernos no se cumplieron, dejándola en una situación de vulnerabilidad que afecta la vida diaria.
El problema del agua potable en Bahía de Caráquez es un reflejo de la deuda histórica del Estado con sus ciudades intermedias: sin agua suficiente, continua y de calidad, no hay desarrollo sostenible, no hay salud garantizada y tampoco existen condiciones reales para atraer inversión pública o privada. Más aún en una ciudad que fue el punto más afectado en todo el Pacífico Sur por el fenómeno de El Niño en 1997, así como por los terremotos devastadores de 1998 y 2016, que marcaron profundamente su calidad de vida.
Y como si no bastara con las inclemencias de la naturaleza y la indiferencia de los gobiernos, Bahía también ha tenido que soportar la administración de dos empresas que, lejos de brindar soluciones, se hundieron en prácticas cuestionadas y cargadas de corrupción: primero el CRM y ahora la EMMAP EP. Además de no resolver, desmoralizaron a la ciudadanía al demostrar que incluso lo básico podía ser manoseado por la ineficiencia y la inmoralidad.
El camino es destinar una mínima parte de los fondos remanentes de la Ley de Solidaridad para beneficiar a los cantones Sucre, San Vicente y Tosagua. Los estudios ya existen, pero la decisión final depende del Gobierno Nacional, que tiene la responsabilidad histórica de, a través del MTOP, aprobar y ejecutar el proyecto que beneficiará a 200.000 personas, con fondos de la reconstrucción.
Presidente Daniel Noboa: no se trata de un favor ni de un privilegio. Le pedimos un acto de justicia con una ciudad que ha resistido desastres naturales, abandono institucional y promesas incumplidas. Bahía de Caráquez no pide más de lo que merece; exige lo mínimo para vivir con dignidad: agua potable segura y permanente.
Señor presidente, después de tantas pruebas, lo único que suplicamos, lo único que exigimos con el alma, es poder tener agua: que el Estado devuelva la esperanza al abrir los grifos en nuestros hogares.
Al menos el agua potable —ese derecho elemental— nos la merecemos.