Aunque sabemos que la democracia no es un sistema perfecto, para muchos constituye el espacio vital del libre albedrío. Ese ejercicio natural es el alma de la dignidad humana. Gracias a ello, escribo este artículo, que es mi vehículo de expresión, y tengo la dicha de verlo publicada gracias al ejercicio de la democracia y la libertad de opinión que debemos promoverlo a nivel mundial.
Es cierto que la ciencia y la tecnología han avanzado enormemente y que los derechos humanos han contribuido a una convivencia más saludable. Pero, también es verdad que millones aún padecen desigualdad, desinformación y pobreza. Y, varios países son gobernados por regímenes autoritarios como: Venezuela, Corea del Norte y Yemen, según The Economist. Esto amordaza a la sociedad, cede terreno al abuso de poder y engendra violencia.
Es así, que con el objetivo de velar por la democracia y hacer que su bienestar llegue a todo ser humano, cada 15 de septiembre celebramos el Día Internacional de la Democracia, una oportunidad para recordar, según las Naciones Unidas, que la democracia vive gracias a nuestras voces, nuestras elecciones y nuestra participación activa por la paz y el desarrollo humano.
Estos lineamientos, los reafirma António Guterres, secretario general de la ONU: “El motor de la democracia es la voluntad del pueblo: sus voces, sus decisiones y su participación”. Y en nuestra región, la Carta Democrática Interamericana enfatiza que la democracia es esencial para la libertad, el desarrollo y la cooperación entre los pueblos.
Pero, ¿cómo educar para una cultura democrática? Aquí la escuela y la familia tienen un rol insustituible. En el hogar, necesitamos promoverlo desde la infancia: el diálogo, la equidad y el respeto. Esto permitirá desarrollar la ciudadanía democrática en la mente de los niños, que los ayudará a convivir con empatía y solidaridad colectiva.
En el ecosistema educativo, transformemos el aula en un laboratorio de democracia: los estudiantes precisan ejercer el debate alturado, el diálogo respetuoso y la toma de decisiones consensuadas. También, hagamos que los estudiantes reflexionen e investiguen sobre los beneficios de la democracia y de cómo esta impacta en la cultura del buen vivir.
La democracia no solo es una etiqueta de buen gusto, sino que es un estilo de vida dialogante, reflexivo y solidario que debemos cultivar en nuestro andar diario.