Su capital fue Portoviejo, en reconocimiento a su posición estratégica y su desarrollo como centro económico y político de la región costera.
Antes de ese decreto, la zona formaba parte de la Gobernación de Guayaquil durante la colonia y luego fue integrada brevemente al Departamento del Sur tras la independencia. Con la reorganización territorial de la Gran Colombia, se consolidó la existencia administrativa de la provincia.
Según el historiador manabita Ramiro Molina, “la provincialización de Manabí fue también un acto de justicia histórica. El territorio ya tenía una identidad cultural y económica propia, que necesitaba ser reconocida dentro de la estructura estatal”. En sus inicios, la provincia estuvo conformada por los cantones Portoviejo, Jipijapa y Montecristi. En el siglo XIX y XX se sumaron otros, entre ellos Chone, Rocafuerte, Sucre y El Carmen.
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Crecimiento demográfico y geográfico
Actualmente, Manabí cuenta con 22 cantones y 1.592.840 de habitantes, según los datos del VIII Censo de Población y VII Censo de Vivienda de 2023. Además tiene una superficie de 19.427 km², lo que la convierte en la cuarta provincia más grande del país. Su economía se basa en la agricultura (cacao, café, maíz), pesca, industria atunera y artesanías como el sombrero de paja toquilla y la tagua.
“Ser manabita no es solo una condición geográfica. Es una forma de entender el mundo desde la solidaridad, la lucha y la cultura”, destaca el sociólogo Carlos Rivera. Desde la fundación de la provincia, el manabitismo ha evolucionado como un sentimiento de pertenencia colectiva, especialmente evidente en momentos de adversidad como el terremoto de 2016.

El manabitismo, fuerza en la adversidad
Celebrar la provincialización de Manabí es, entonces, mucho más que conmemorar una fecha. Es reconocer la historia, valorar la identidad y proyectar con esperanza el futuro de una provincia que, con esfuerzo y orgullo, ha sabido forjar su destino.