Galo Dávila, el dirigente de los comerciantes de la parroquia Tarqui, habla sobre los esfuerzos que realizan para que esta parroquia de Manta, que fue afectada por el terremoto en 2016, vuelva a sugir como lo era antes de esa fecha. Él llegó desde Chopne hace 27 años.
¿Quién es Galo Dávila en Manta?
Un hombre. Hijo de Dios. Casado. Padre de tres hijas. Fui muchas cosas que no debí ser. Pero cambié. Emprendedor de toda la vida. Vengo de Convento, Chone, donde todos somos comerciantes. Allá se aprende desde pequeño. Mi madre también fue emprendedora. Y fue reina del pueblo. Estudió en Ampato, cuando pocos podían estudiar fuera. Ahora estoy en Manta.
María de Lourdes Chávez Molina. Más de 35 años dedicados a la medicina
¿De ahí viene su espíritu comercial?
Sí. Viene de la familia. Una vez fuimos a un velorio. En esos encuentros típicos de Manabí, me di cuenta. Todos mis parientes tenían su negocio. Todos. Es raro encontrar a alguien que no sea emprendedor en mi familia. Cada uno con su forma. Cada uno con su chispa.
¿Cómo nació Galiplaz?
Llegué a Tarqui, en Manta, hace unos 27 años. Me instalé en esta calle. El negocio empezó a crecer. Otros se ubicaron a mi alrededor. Porque un negocio llama a otro. Así se creó un polo comercial. Luego del terremoto, me mudé a la calle 24 de Mayo. Allí también se llenó de negocios. Después volví a esta propiedad. Y otra vez vinieron otros. Eso pasó en varias ocasiones.
¿Se convirtió en una ancla comercial?
Exacto. Galiplaz se volvió punto de referencia en Manta. Un centro. Aunque muchos dejaron Tarqui, yo me quedé. El terremoto destruyó mucho. Algunos pensaron que era imposible seguir. Y vino un mandato del gobierno que dijo que esta zona no servía. Hubo intentos de compra por parte de extranjeros. Ofrecían 10 mil dólares por terrenos completos. No tenía sentido.
¿Por qué decidió quedarse?
Por fe. Jesucristo dice: “Grandes cosas verán y harán en mi nombre”. Creí en eso. Sabía que no se podía abandonar este lugar. Muchos se fueron. Pero también se podía volver a empezar. Aunque quedaban solo módulos o contenedores, no creía que esto debía morir. Tarqui tiene el 90% de su infraestructura aún en pie.
¿Eso es suficiente para empezar?
Sí. Un gobierno central, uno local, cualquiera podría ver aquí una oportunidad. Podrían crear cientos de emprendimientos. Miles de empleos. Porque cuando hay voluntad, todo se puede. Solo falta decisión. Este lugar lo tiene todo. Infraestructura, historia y comercio.
¿Usted siempre vio el obstáculo como una oportunidad?
Siempre. Nunca me he desesperado. No me rindo. Veo los problemas como retos. Es algo que está en la Biblia. Cuando todos se fueron, empecé a invitar a otros. Aún contra todo pronóstico. Hice estimaciones. Dije: voy a entrar y hasta un año puedo perder. Pero confié. Sabía que podíamos atraer a la gente.
¿Fue una apuesta con fe?
Y con gratitud. Porque este lugar me dio mucho. La economía familiar creció aquí. Conozco a la gente de Tarqui. A los de Los Esteros. A los de La Pradera. De muchos barrios. Todos venían a comprar aquí. Y son agradecidos. También hacen su parte.
¿Cómo planificó el regreso?
Hice un cálculo económico. Y uno humano. Aquí hay una frase bíblica: “En el dar está la felicidad”. Dar sin esperar. Y esperar con fe. No quería dejar este lugar atrás. Y decidí actuar, para beneficio de esta ciudad.
¿Era dirigente antes del terremoto?
No. Nunca. Me dediqué siempre al trabajo. No pertenecía a grupos ni asociaciones. Solo trabajaba. Después del terremoto, todo cambió. La necesidad de reorganizarnos nos obligó a actuar. Y así surgió este nuevo Tarqui.
¿Hoy es presidente del sector?
Sí. Aunque no quiero seguir. Me gustaría que otros tomen el liderazgo. Hay quienes se acercan con intereses personales. Pero para servir, hay que estar convencido. Hay que dar sin esperar nada. Como dice la Biblia: en el dar está la felicidad.
¿Y la política? ¿Le ha tentado?
Sí. Me han buscado de varios partidos. De todos los colores. Me han ofrecido candidaturas. A concejal. A alcalde. Me han visitado dirigentes barriales. Una vez reuní a treinta en una noche. Otras veces llegaron de uno en uno. Todos pedían algo. Todos ofrecían algo.
¿Qué les respondió?
Que no. Porque la política puede hacer perder mucho. La paz. La espiritualidad. Hasta la familia. He visto cómo se desgastan las personas en ese camino. Y yo no quiero perder lo que tengo. Mi vida cambió gracias a Dios.
¿Cómo fue ese cambio?
Tuve un encuentro en la iglesia católica. En el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Es mundial. Está en cinco continentes. Uno entra tres días. Solo. Sin pareja. Sin amigos. A conocer la palabra. A recibir paz. Amor. Entendimiento.
¿Qué encontró ahí?
Algo que no se puede explicar. Pero que se siente. El Espíritu Santo, como lo dicen las Escrituras. Yo antes no creía. Desconfiaba. Pero allí vi otra vida. Otra forma. Por eso invito a otros. De cualquier religión. Que vayan. Que vivan eso.
¿Cree que eso le dio fuerza para seguir?
Sí. Porque los problemas siempre están. En la familia, en el trabajo, en todo. Pero si uno camina con Cristo, todo se resuelve. Al final, todos llegaremos a buen puerto. Como está escrito.
¿Cómo se siente hoy Galo Dávila?
Muy bien. Tranquilo. Agradecido con Manta. Con ganas de seguir trabajando. Y con la fe intacta.