Su nombre era sinónimo de irreverencia, creatividad y pasión por la palabra. Edgar Allan García, escritor y poeta guayaquileño que dedicó su vida a contar historias desde los márgenes y a romper esquemas, falleció a los 67 años, dejando a la literatura ecuatoriana con una ausencia imposible de llenar.
La noticia de su partida se conoció este 27 de julio. Se dio poco después de haber sido reconocido con el Premio Iberoamericano Cervantes Chico 2025. Este es uno de los galardones más importantes del mundo hispanohablante en su especialidad.
A lo largo de cuatro décadas, García se mantuvo fiel a su esencia: no tener miedo a provocar, a incomodar o a reírse de las convenciones. Su obra transitó entre la poesía, la narrativa, el ensayo y el guion, y siempre reflejó una mirada crítica que supo observar lo real sin perder la chispa de lo fantástico.
Aunque nació en Guayaquil, vivió gran parte de su vida en Quito, ciudad que fue testigo de su etapa más prolífica y de la publicación de 43 libros, varios de ellos reeditados. Su escritura hablaba de la calle, de las contradicciones del poder y de la complejidad del ser humano, siempre desde una voz auténtica que conectaba con lectores de distintas generaciones.
Edgar García: un creador sin fronteras
Edgar Allan García no solo se definía como escritor. Su curiosidad vital lo llevó a desempeñarse como guionista, productor de televisión, bailarín profesional, actor de radio, conferencista, terapeuta bioenergético y hasta viceministro de Cultura. También ejerció como docente universitario, guía turístico, vendedor de seguros y masajista.
Su formación era tan diversa como su trayectoria: estudió Sociología y Ciencias Políticas en la Universidad Católica del Ecuador, psicología transpersonal en Mendoza, Argentina. García completó estudios de antropología e idiomas, incluyendo inglés, francés, italiano y quichua en la Pontífice Universidad Católica del Ecuador. Esa mirada amplia y crítica fue el cimiento de una obra que no conoció límites.
Más que palabras: una forma de ver el mundo
Su partida ha dejado un vacío profundo en el mundo cultural. Librerías, lectores y colegas han recordado su irreverencia, su talento y su compromiso con contar historias que retrataran el Ecuador real, lejos de los estereotipos y la complacencia.
“Poeta, narrador, creador incansable y provocador lúcido”, resumió la Librería Española en un mensaje que sintetiza el espíritu de García. Su voz, dicen, seguirá resonando “desde las páginas, desde las ideas, desde la calle”.
Edgar Allan García deja un legado vivo
Edgar Allan García no buscó ser una figura cómoda para la cultura oficial, y quizás por eso su obra mantiene vigencia: porque no teme mostrar contradicciones, humor ácido ni crítica social. Quienes lo leyeron saben que cada texto suyo era una invitación a mirar el mundo con menos solemnidad y más humanidad.
Aunque hoy la literatura ecuatoriana despide a una de sus mentes más inquietas, sus historias siguen aquí. Y están listas para ser redescubiertas por quienes busquen un relato que escape a los moldes y diga, con honestidad, lo que otros callan. Su legado confirma que la verdadera rebeldía también se escribe.