El peligro invisible en las canchas de fútbol: por qué las barras bravas son más que simples fanáticos

Un análisis sobre la violencia de las barras bravas en América Latina, sus causas sociales y la complicidad de las instituciones.
Las barras bravas han adquirido un poder considerable que desafía la estabilidad del fútbol latinoamericano.
Las barras bravas han adquirido un poder considerable que desafía la estabilidad del fútbol latinoamericano.
Las barras bravas han adquirido un poder considerable que desafía la estabilidad del fútbol latinoamericano.
Las barras bravas han adquirido un poder considerable que desafía la estabilidad del fútbol latinoamericano.

Redacción

Redacción ED.

Las barras bravas, o “ultras” en Europa, se caracterizan por una violencia multifacética. La violencia física es la más visible y letal. Los informes describen actos brutales como golpizas, masacres, ataques con objetos contundentes, piedras y varillas, e incluso el uso de armas blancas y de fuego.

En Europa, la magnitud de la violencia ha causado tragedias masivas, como la de Heysel en 1985 (39 muertos) y la de Hillsborough en 1989 (97 muertos). la violencia en Latinoamérica también ha sido una constante. En Brasil, por ejemplo, 23 muertes en 2012 marcaron un récord, mientras que en Argentina, 317 muertes se han registrado en el marco de la violencia futbolística.

Más allá del daño físico, las barras bravas también ejercen violencia verbal y gestual. Los cánticos hirientes, insultos y mímicas obscenas buscan degradar a los rivales. Esta violencia no solo deshumaniza al adversario, sino que refuerza el sentido de pertenencia y superioridad del propio grupo, señalan varios expertos.

La violencia simbólica se manifiesta a través de la indumentaria, las banderas o robo de elementos de la barra rival, lo que se considera una cuestión de honor y representa una victoria para el grupo. En Europa, grupos como los “Irriducibili” de la Lazio han llegado a exhibir símbolos de ideologías extremistas como las esvásticas, reflejando una ideología violenta que va más allá del deporte.

Causas profundas: el contexto social y la impunidad

La violencia de las barras bravas no surge de la nada; está enraizada en problemas sociales, económicos y políticos de la región. Las barras bravas a menudo son un reflejo del desempleo, la corrupción y la impunidad. Muchos de sus integrantes, provenientes de estratos sociales vulnerables, encuentran en el grupo un sentido de pertenencia y una forma de afirmar una identidad que sienten negada en otros espacios. La violencia se convierte en una herramienta para construir esa identidad y reafirmar el poder del grupo.

El concepto de “aguante” es central en esta dinámica, donde la lealtad y el orgullo se demuestran no solo alentando al equipo, sino también a través del “guerreo” o la confrontación con otros hinchas.

Las rivalidades futbolísticas se ven exacerbadas por cuestiones territoriales, históricas y socioeconómicas. Los enfrentamientos con los rivales y la policía son un mecanismo para establecer la jerarquía y el estatus social dentro de la barra. La violencia demarca los límites de un territorio que es visto como propio, un espacio donde los barristas pueden expresarse y sentirse representados.

A esta complejidad se suma la falta de control institucional. La pasividad de organismos como la Conmebol, la ineficacia policial y la falta de resguardo adecuado en los estadios han sido factores clave que han permitido que el fenómeno crezca.

Negocios ilícitos y poder político: las barras bravas como mafias

Uno de los aspectos más preocupantes de las barras bravas es su transformación en “mafias” o “grupos de poder” que operan negocios ilícitos. Estos grupos manejan la reventa de boletos, el cobro de estacionamiento, la seguridad privada y hasta el narcotráfico, un “negocio redondo” que les provee de un flujo constante de ingresos.

Su poder económico se ha consolidado a través de una complicidad dirigencial recurrente, donde presidentes de clubes les entregan entradas y dinero a cambio de apoyo. En Argentina, este vínculo entre barras, dirigentes de clubes y políticos es un fenómeno “muy vernáculo”. Figuras como José “El Abuelo” Barritta transformaron a la barra de Boca Juniors en una maquinaria de poder con una red de influencias que llegó hasta los pasillos del Congreso.

Las barras bravas han adquirido un poder considerable que desafía la estabilidad del fútbol latinoamericano. Funcionan como “microestados” en los barrios, ofreciendo trabajos informales a cambio de lealtad. Dentro del estadio, controlan las tribunas y el ambiente, ejerciendo una influencia que va más allá de lo deportivo.

Este fenómeno, originado en Argentina, se ha replicado en Colombia, Chile, Perú y México, y las barras incluso han internacionalizado sus operaciones. Este patrón de violencia y poder ha convertido el fútbol, que debería ser una celebración, en un “campo de batalla” donde el temor se ha vuelto una constante.

Respuestas al problema y el contraste con Europa

Ante la escalada de violencia, se han implementado diversas medidas en América Latina, aunque con resultados limitados. Una de las más comunes es la prohibición de público visitante, como la que se aplica en Argentina desde 2013.

La Conmebol ha impuesto multas a los clubes y ha ordenado partidos a puertas cerradas. Sin embargo, la efectividad de estas acciones es cuestionada debido a la existencia de leyes anticuadas y la falta de estadísticas oficiales. Para muchos, el problema parece ser “sin solución”.

El partido de vuelta entre Independiente y Universidad de Chile por la Copa Sudamericana 2025, jugado el 20 de agosto, fue cancelado por violentos incidentes en las tribunas. Hinchas chilenos lanzaron proyectiles y una bomba de estruendo, mientras barrabravas locales atacaron la tribuna visitante, dejando heridos y detenidos. El encuentro, empatado 1-1 (global 2-1 para la U), quedó suspendido por falta de seguridad. La Conmebol decidirá el resultado y posibles sanciones.

Europa y las barras bravas

Las ligas europeas, especialmente la inglesa, han adoptado medidas más estrictas y coordinadas para erradicar a los hooligans. Tras tragedias como las de Heysel y Hillsborough, el gobierno británico intervino para reformar el fútbol.

Las acciones incluyen vetos judiciales de entrada a estadios, unidades especiales de policía para vigilar a hinchas violentos, registros centrales de antecedentes y cámaras de seguridad en los recintos deportivos. También se han implementado medidas como el carnet de aficionado obligatorio y la segregación de gradas para garantizar la seguridad.

Estas respuestas muestran un modelo de gestión que busca separar la pasión del deporte de la violencia, algo que la región latinoamericana aún tiene pendiente. (10).

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