El Cuarto de las Lágrimas es el pequeño salón al que accede el nuevo Papa, inmediatamente después de resultar elegido por los cardenales reunidos en Cónclave en la Capilla Sixtina. Este momento se produce antes de que el Pontífice electo se presente al mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. Se lo considera uno de los momentos más íntimos y significativos del proceso.
Un lugar de recogimiento antes del anuncio
El Cuarto de las Lágrimas, oficialmente denominado Sacellum Sanctorum, se ubica junto a la Capilla Sixtina, dentro del complejo del Palacio Apostólico del Vaticano. Su nombre popular proviene de la carga emocional que representa para el nuevo Pontífice, quien entra en ese lugar solo, en completo silencio, para cambiarse por primera vez al atuendo blanco papal.
Allí, el elegido recibe el conjunto de vestiduras papales, que se han preparado con antelación en tres tallas distintas, anticipando las posibles complexiones del futuro Papa. También se le entrega el solideo blanco, los zapatos, la faja, y el anillo del pescador provisional, entre otros elementos litúrgicos.
El simbolismo de las lágrimas
El nombre del Cuarto de las Lágrimas no tiene un origen oficial, pero ha sido ampliamente adoptado debido a los testimonios históricos y relatos de quienes han participado en el Cónclave. Se dice que varios Papas han derramado lágrimas en ese cuarto, sobrecogidos por la magnitud de la misión que acaban de aceptar.
Uno de los testimonios más conocidos es el del cardenal Giacomo Biffi, quien describió ese lugar como el “espacio donde termina una vida y comienza otra completamente diferente”. La emoción, el recogimiento y la oración personal marcan ese instante, antes de que el nuevo Papa pronuncie su aceptación formal con la frase: “Accepto”.
El Cuarto de las lágrimas, un lugar con historia y tradición
Aunque se trata de una sala pequeña, el Cuarto de las Lágrimas posee una gran carga simbólica y es testigo silencioso de uno de los momentos más significativos en la vida de la Iglesia católica. Se encuentra decorado con sobriedad y en su interior hay un crucifijo, una imagen de la Virgen y algunos muebles funcionales. No está abierto al público ni a la prensa, y su uso es exclusivo del nuevo Pontífice.
Después de vestirse, el Papa electo regresa brevemente a la Capilla Sixtina, donde recibe el homenaje de los cardenales. Luego es acompañado por el Maestro de Ceremonias hacia el loggia de la Basílica de San Pedro. Desde ahí el cardenal protodiácono pronuncia el tradicional “Habemus Papam”, seguido por la primera bendición Urbi et Orbi del nuevo Pontífice.