María llegó a Manta a trabajar en su vulcanizadora



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Desde que tenía 20 años, a María Fabiola Vega le tocó demostrar que también estaba hecha para los trabajos de fuerza física.

Hoy, con 40 años, solo le importa seguir sacando adelante a sus hijos y lo hace trabajando en una vulcanizadora.

Esas mismas manos que cambian llantas de los carros son las que preparan la comida de sus hijos, su esposo y su hermano, con quienes trabaja.

Para ella no hay descanso. Trabaja de domingo a domingo, de siete de la mañana a siete de la noche.
La vulcanizadora está junto a la vía que conduce desde Manta a Jaramijó.

Trata de cuidarse usando zapatos de punta de acero.

María llegó a Manta

Fabiola llegó a Manta hace cuatro años, pues su esposo trabajaba como chofer en la Molinera Superior.

“Fue mi esposo quien me enseñó el oficio, porque él tenía una vulcanizadora en Quito, pero con su nuevo trabajo nos vinimos y pusimos el negocio acá”, recordó.

Aprendió este trabajo con sus hijos pequeños. Al hijo de ocho meses lo cargaba en su espalda, mientras la niña de un año y medio estaba siempre junto a ella, y por eso ellos también aprendieron el oficio de vulcanizadores, y hoy en día trabaja junto a ellos.

En este oficio, lo más fuerte que le ha tocado hacer es cambiar las llantas grandes, alzar las gatas, sacar las tuercas y maniobrar la pistola grande.

Al principio sí se le hizo difícil, pero una vez que aprendió se domina todo, dijo. “Lo difícil se quita aprendiendo”, sostuvo.

En Manta, la gente todavía se sorprende cuando ve a Fabiola en su vulcanizadora.

“En Quito es normal que trabajemos en esto, pero aquí no, y por eso al principio sentía un poco de vergüenza”, admitió.

Es que la gente la queda viendo y pregunta. “Siempre tengo que explicarles a los preguntones”, señaló.
Actualmente su hijo Luis Pallo, de 16 años, decidió estudiar en el Instituto Tecnológico Luis Arboleda Martínez la carrera de Mecánica Automotriz; mientras que su hija Liliana Pallo Vega (19) combina la preparación de belleza con el trabajo en la vulcanizadora de su madre.

riesgos. A pesar de que muchos apostaron que duraría muy poco en el oficio, Fabiola sigue vigente.
Entre risas cuenta que muchas mujeres le dejaron de hablar por su labor, pero también hay muchas otras que la admiran por su constancia.

Sobre los riesgos en su trabajo, dijo que estos son inminentes.

Cada día enfrenta el peligro de que un carro le caiga encima, se explote alguna llanta, pero gracias a Dios y la precaución sigue sana y salva.

Y no solo eso, sino que, dependiendo de lo bien que haga su trabajo, garantiza la seguridad del conductor del carro que busque sus servicios, pues ella saca, parcha e instala las llantas de los carros, principalmente.



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