A sus 50 años, Susana Reyes lidera una microempresa artesanal junto a su esposo en Santo Domingo de los Tsáchilas, Ecuador. Desde hace tres años, ambos dirigen una marca especializada en productos de madera artesanal, grabado láser, cuero, vinil y acrílico.
El taller familiar elabora desde llaveros personalizados hasta recuerdos corporativos, y funciona tanto en la plaza artesanal municipal como desde su hogar en la cooperativa Padre de Familia.
Un camino que comenzó hace 15 años en Santo Domingo
Reyes comenzó su camino en la artesanía hace 15 años, fabricando manualidades sin maquinaria especializada. “Antes trabajábamos con martillo y serrucho”, recuerda. La incorporación de la tecnología láser se dio recién hace tres años, cuando decidieron aprender diseño digital de forma autodidacta y con cursos pagos. Su esposo tomó un curso de diseño de dos meses, y luego le enseñó a ella.
El modelo de negocio se apoya en la producción directa, sin intermediarios. Esto les permite mantener precios competitivos, como llaveros desde 1 dólar por unidad o 3 por 5 dólares. Reyes enfatiza que, al fabricar todo internamente, logran una utilidad mensual de aproximadamente 500 dólares, trabajando intensamente.
Producción artesanal y mercado turístico
La clientela más frecuente no son necesariamente turistas internacionales, sino migrantes ecuatorianos que regresan de visita y compran recuerdos para llevar al extranjero. Los productos han llegado hasta Inglaterra y Rusia, gracias a estudiantes o familias que migran y llevan consigo estos objetos como parte de su identidad cultural.
Lo más solicitado incluye monederos, llaveros, y pegatinas para refrigeradores, objetos fáciles de transportar y con alto valor simbólico. También elaboran por encargo piezas personalizadas para quinceañeras, bodas o eventos empresariales, con diseños exclusivos grabados en madera de guayacán, adquirida a distribuidores locales en el Bypass de Santo Domingo.
Aunque hay cerca de 28 artesanos activos en la plaza artesanal, Reyes afirma que la competencia aún es baja: “Si hay 20 como yo, es mucho”. Esto les permite colaborar incluso con miembros de la comunidad Tsáchila, quienes en el pasado eran más celosos con sus técnicas, pero que hoy compran sus productos al por mayor.
Microempresa con visión familiar en Santo Domingo
La familia Reyes no solo produce; también forma. Han comenzado a enseñar a sus nietos, con la esperanza de que el legado artesanal se mantenga vivo. “Mi sueño es que esto continúe después de mis días”, afirma Susana.
El emprendimiento ha requerido inversiones importantes. Una máquina de corte láser puede costar entre 25.000 y 150.000 dólares, por lo que han optado por financiamiento estatal en ocasiones. Además, participan en ferias locales y nacionales, como estrategia tanto de ventas como de promoción.
“Si no vendemos, al menos hacemos conocer el producto”, dice Reyes. El acceso a eventos les permite distribuir tarjetas de contacto y ampliar su red de clientes. Además, mantienen presencia digital en redes sociales.
Realidades y desafíos del entorno económico
Aunque el trabajo es constante, Reyes reconoce que la economía local ha cambiado en los últimos 15 años. “Antes Santo Domingo era lindo, ahora es difícil”, comenta. Aun así, el negocio ha permitido sostenerse cuando las oportunidades laborales son escasas, especialmente en la adultez.
Reyes y su esposo, ambos de 50 años, conforman un equipo que transforma las dificultades en creatividad. A través de su trabajo han logrado proyectarse hacia mercados internacionales sin salir de Ecuador, demostrando que la artesanía ecuatoriana tiene potencial exportable cuando se combina tradición, tecnología y constancia (21).
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