Foucault en tiempo de pandemia



Compártelo con tus amigos:

 Tratar de poner frenos al ser humano es un imposible. Viene en sus genes, en su naturaleza, en esa condición de libertad tan intrínseca a su condición de errante.

Cuando aparecen las enfermedades a gran escala, las epidemias, éstas no solo pasaron a apreciarse desde una dimensión puramente biológica, la cuestión social prevalece. Ergo, librar una guerra con microorganismos que toman por rehenes a cuerpos en movimiento, llevó a tratar que la ciudadanía entienda que para ganar el conflicto se debía traspasar los límites que impone la democracia.
Entonces, nacía el modelo de la sociedad disciplinaria, confinamiento total por las fuerzas de las armas, apartar, confinar a los contaminados.
En tiempos de la peor crisis sanitaria, comparada por las consecuencias socioeconómicas, con la segunda guerra mundial, está más presente que nunca los postulados de Foucault. Porque se pasó de castigar los cuerpos, a corregir las almas, daba paso para el pensador francés, a una nueva empresa: la ortopedia social.   
La sociedad disciplinaria vigila literalmente cada intersticio de la cotidianeidad, en una especie de cárcel generalizada que impide a los sanos estar alejados de los portadores de virus mortales, ahora con la tecnología es más sencillo descubrir a quienes resultan, desde el punto de vista epidemiológico, un peligro para la población sana.
En palabras de Borrillo (2020) “el coronavirus se puede leer como una forma de sumisión de la población a la vigilancia y el castigo”, pero, parte de esa masa de individuos, quienes son reacios a incorporar en su léxico el verbo enclaustrar, obedecer, se negaban y siguen negándose a ser parte del biopoder. No me controlas, no me castigas.
Mientras que para Camus, en su premiada obra La Peste, “ya no había destinos individuales, sino una historia colectiva que era la peste y sentimientos compartidos por todo el mundo. (…).  
Ante lo cual, la cuarentena como técnica de controlar el espacio, imponer una frontera entre lo interior y exterior, para estar encerrados en el espacio privado, porque la parte pública representada en las fuerzas del orden, se encargan de vigilar, y en caso de infringir la norma pasa al siguiente plano: la justicia, que castiga.   
En esa ingeniería social, donde dos elementos de la fórmula, biológico y político se unen para obtener un resultado positivo-negativo: sumisión temporal de los ciudadanos, se interpone el deseo de libertad ineluctable, presupuesto esencial de la especie humana, que sin embargo tiene límites para que el Estado pueda ejercer su actividad protectora amparada en las normas fundamentales. 
 
Edwin Delgado Armijos



WP Radio
WP Radio
OFFLINE LIVE