El desapego a la vida

El aumento del número de contagiados y de muertos, relacionados con el covid-19, ha presionado sobre los responsables del COE de esas jurisdicciones territoriales para tomar precauciones que desaceleren la transmisión del letal virus. En nuestra provincia, Portoviejo, Sucre y Pedernales están en alerta y han elaborado un listado de acciones limitantes a varias actividades […]

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Redacción ED.

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Redacción ED.

El aumento del número de contagiados y de muertos, relacionados con el covid-19, ha presionado sobre los responsables del COE de esas jurisdicciones territoriales para tomar precauciones que desaceleren la transmisión del letal virus.
En nuestra provincia, Portoviejo, Sucre y Pedernales están en alerta y han elaborado un listado de acciones limitantes a varias actividades que la ciudadanía desarrollaba con normalidad.
¿La razón? La misma en todos: un peligroso incremento de afectados con la pandemia, que en Portoviejo mantiene casi llenas las camas de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), las de emergencias y hay una larga cola para ocuparlas.
A ello se suman los dramas que con sufrimiento indescriptible protagonizan ciudadanos con los síntomas de este coronavirus, así como sus familiares, por lograr atenuar sus efectos y evitar el desenlace fatal.
Y mientras la vida de algunos se escapa de a poco en los hospitales y la tortura oprime hasta el agotamiento a quienes se unen por salvarlos, muchos irresponsables e indolentes festejan a la muerte invitándola a ser su convidada permanente, eludiendo obligaciones humanitarias, desoyendo y desobedeciendo las medidas de protección, generando riesgos que pueden ser de consecuencias fatales.
Con razón hay voces que apelan a la aplicación de medidas más severas para la  preservación de la existencia de aquellos que sí la aprecian. ¿Será necesario acudir a ellas o a un nuevo estado de excepción para evitar un “sálvese quien pueda”?
¡Cómo de baladí es para unos la vida! 
Incomprensible, porque con cuánto derroche de euforia y orgullo se reclama a los gobiernos exigiendo un supuesto buen vivir, para luego mostrar desapego a ese “buen vivir”, arrastrándolo – con supina ignorancia – a la perdición, desvalorándolo, subestimándolo, degradándolo a la soberbia y al placer.
La vida es un don entregado por Dios. Una capacidad natural con la que el ser supremo premia al hombre para la continuidad de la humanidad. Se la puede aprovechar como a bien se tenga, pero hay que recordar que tiene un tiempo establecido. No más. No se puede comprar ni extender ni reponerla. Es única. Y se corre el peligro de gastarla si no la aprovechas.
Dios nos dio inteligencia para actuar bajo sus enseñanzas, utilicémosla para hacer el bien. Amemos la vida protegiendo la de nuestros semejantes.
 

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