Carta a mi querido papá
Como bien sabe, me encuentro de viaje. Antes de emprender el camino me dio un par de consejos; se los agradezco.
Quería comentarle que, dialogando con algunos amigos y oyendo sus experiencias, me doy cuenta del regalo que Dios le hizo a nuestra familia con su presencia.
Alguien me preguntó si usted fue a la universidad, les dije que no, que había completado la escuela y que luego, como tantos otros niños de su época y de su pueblo, tuvo que empezar a trabajar; no tuvo la sabiduría que dan los libros, pero sí la que da la vida, la que se gana con esfuerzo.
“No tuvo la sabiduría que dan los libros, pero sí la que da la vida, la que se gana con esfuerzo.
Agradezco su cariño y su preocupación, especialmente conmigo; aunque seguramente usted cometió algún error, no tengo nada que reprocharle, pero sí mucho por lo cual disculparme.
Son cosas personales que ya se las comentaré aquí o frente a Dios.
Muchas veces le he pedido que se siente y descanse, que ya ha trabajado toda su vida.
Hoy quiero decirle que si un día, aquí o en el cielo, alguien me pregunta cómo fue mi papá, le diré que “mi papá fue bueno” (Mt. 1, 19). Feliz día del padre.