La reciente jornada electoral en Ecuador dejó ver un panorama político en constante transformación.
Cinco factores fueron claves para entender los resultados del último proceso electoral, y cada uno de ellos aporta una pieza fundamental al rompecabezas de esta nueva realidad democrática.
El primer factor fue la participación ciudadana. En la segunda vuelta de 2023, votaron 11’232.717 personas, mientras que el 13 de abril de 2025 se registraron 11’358.036 votantes. Aunque el aumento puede parecer menor, fue significativo. En esta ocasión se observó una movilización clara de la población de la tercera edad, un grupo tradicionalmente más conservador y que, en momentos clave, ha sido decisivo. Su participación no solo aumentó la cantidad de votos, sino que también inclinó la balanza hacia propuestas más estables y moderadas.
El segundo factor fueron las propuestas de campaña. Las candidaturas que lograron conectar con las preocupaciones inmediatas de la ciudadanía —como la inseguridad, el desempleo y la corrupción— se ganaron la confianza del electorado. El mensaje importó más que la ideología. Las propuestas vagas o excesivamente polarizadas perdieron fuerza frente a discursos claros, pragmáticos y realistas.
El tercer factor fueron las alianzas políticas. En este proceso, las coaliciones no se limitaron a simples acuerdos entre cúpulas partidistas. Fueron pactos estratégicos que permitieron ampliar la base de apoyo y generar una sensación de gobernabilidad futura. Los votantes valoraron esa capacidad de diálogo en un contexto de crispación política constante.
El cuarto factor fue el debate. A diferencia de elecciones pasadas, el espacio de confrontación pública permitió a los ciudadanos contrastar no solo ideas, sino también personalidades. La forma en que los candidatos respondieron a la presión, defendieron sus propuestas y se relacionaron con sus oponentes influyó directamente en la percepción del electorado.
Pero quizá el quinto factor, y uno de los más decisivos, fue la pérdida de votos del correísmo, representado en esta ocasión por Luisa González. Esta disminución en su caudal electoral entre la segunda vuelta de 2023 y el proceso de 2025 tiene raíces profundas. La intromisión de figuras como Nicolás Maduro y el propio Rafael Correa generó rechazo. En vez de fortalecer la campaña, hicieron eco de un pasado que muchos electores ya no quieren repetir.
Además, las tensiones internas entre asambleístas del correísmo y la propia candidata mostraron fracturas que no pudieron ser ocultadas. Esta falta de cohesión proyectó debilidad y desorganización, dos elementos que ningún electorado desea ver en una posible administración futura.