Barcelona Sporting Club, el equipo más laureado de Ecuador, celebra el 1 de mayo 100 años de historia con figuras legendarias como Juan Manuel “El Cura” Bazurco y Marco Antonio “El Diablo” Etcheverry.
Estos jugadores, con sus hazañas en 1971 y 1997, dejaron una huella imborrable en el club, consolidando su legado como el Ídolo del Astillero. Sus historias reflejan la pasión y grandeza de un equipo que trasciende el fútbol ecuatoriano.
La hazaña del Cura Bazurco
Juan Manuel Bazurco, un sacerdote español nacido en Bilbao, llegó a Ecuador como misionero en la década de 1960. Apasionado por el fútbol, se unió a Barcelona SC como jugador aficionado. En 1971, durante las semifinales de la Copa Libertadores, Bazurco protagonizó un momento histórico. Enfrentando a Estudiantes de La Plata, tricampeón del torneo (1968-1970) e invicto como local, Barcelona logró una victoria de 1-0 en Argentina. Bazurco anotó el gol decisivo a los 63 minutos, tras una asistencia de Alberto Spencer, en lo que se conoce como la “Hazaña de La Plata”. “Fue puro toque. Aguanté al portero (Gabriel Bambi Flores) lo más que pude y eché el balón al otro lado de donde él venía (a achicar el ángulo), suave, suave. Los argentinos no lo podían creer”, expresó Bazurco.
El triunfo, bautizado por la prensa como un hito del fútbol ecuatoriano, llevó a Barcelona a la final continental por primera vez, aunque cayó ante Independiente de Avellaneda. Bazurco, quien combinaba su vocación religiosa con el deporte, se convirtió en un símbolo de humildad y fe. Su gol sigue siendo uno de los momentos más celebrados en la historia del club.
El Diablo Etcheverry y la estrella de 1997
En 1997, Marco Antonio Etcheverry, apodado “El Diablo” por su estilo audaz, llegó a Barcelona SC cedido por el D.C. United de la MLS. El mediocampista boliviano, considerado el mejor futbolista de su país, transformó al equipo. En 13 partidos, anotó seis goles y lideró a los toreros, dirigidos por Rubén Darío Insúa, al título nacional, la estrella 13.
Etcheverry fue clave en una remontada épica ante El Nacional, donde marcó el primer gol, y en la goleada final de 3-0 contra Deportivo Quito, sellando el campeonato con un penal. Su carisma y creatividad lo convirtieron en ídolo de la hinchada. En 1998, ayudó al club a alcanzar la final de la Copa Libertadores, aunque no la disputó por su retorno a Estados Unidos.
Etcheverry, quien también brilló con Bolivia en el Mundial de 1994, dejó un legado de liderazgo y talento. En 2023, Barcelona SC lo homenajeó en Bolivia, entregándole una camiseta con el número 10, reconocimiento a su impacto duradero.
Un legado de contrastes
Bazurco, que falleció el 14 de marzo del 2014, y Etcheverry, el Cura y el Diablo, representan dos facetas de Barcelona SC: sacrificio y genialidad. Mientras Bazurco, con un solo gol, desafió a un gigante sudamericano, Etcheverry, con su magia, llevó al club a la gloria nacional y soñar con la Copa Libertadores. Ambos jugaron en el estadio Monumental, descrito por Pelé como “el más bello del mundo”, y sus historias se entrelazan con la identidad del Ídolo del Astillero.
El contexto de sus épocas también resalta su relevancia. En 1971, Barcelona comenzaba a consolidarse como potencia ecuatoriana, ganando su quinta estrella nacional. En 1997, tras años sin títulos, el club recuperó su protagonismo con Etcheverry como estandarte, bajo una presidencia marcada por la gestión de Abdalá Bucaram y Xavier Paulson.
El centenario y la mística torera
El 1 de mayo del 2025, Barcelona SC conmemora su centenario con 16 títulos de Serie A y una hinchada que sigue vibrando. La “Hazaña de La Plata” y la estrella de 1997 son capítulos esenciales de su historia. Bazurco, el sacerdote que venció a Estudiantes, y Etcheverry, el genio que encendió Guayaquil, son íconos que inspiran a nuevas generaciones.
Mientras el equipo enfrenta desafíos en la LigaPro y la Copa Libertadores, la memoria de estos héroes recuerda que Barcelona SC es más que un club: es un símbolo de pasión y orgullo ecuatoriano. En cada partido, los hinchas cantan por el Cura y el Diablo, sabiendo que lo imposible siempre está a un gol de distancia.