A sus 81 años, Alicia Mera lidera la administración de Funteman, una fundación dedicada al cuidado de ancianos en Manta.
Su trabajo lo despliega con una mezcla de pasión, experiencia y sentido de labor social.
Nacida en Cuenca, criada en Esmeraldas y con más de tres décadas en Estados Unidos, regresó a Ecuador en 2006 junto a su esposo enfermo y su hijo discapacitado.
Encontró en Manta una nueva misión: convertir Funteman en un refugio de humanidad y esperanza.
Durante su voluntariado ha impulsado grandes logros en Funteman
Alicia, quien asumió voluntariamente la dirección de Funteman hace siete años, ha impulsado proyectos como la adquisición de camas de hospital, lavadoras industriales y un ascensor que se inaugurará en una semana. Todo con recursos limitados, pero con la fe de que “lo que falta siempre llega”, afirmó.
Su historia personal, marcada por la pérdida de su esposo en 2012 y su madre en el mismo año, la llevó a dedicar su vida a Funteman.
Alicia vivió en Miami, Florida desde 1972. Allá conoció a su esposo Manuel Segundo Mieles, un mantense marino mercante con quien tuvo tres hijos: dos niñas y un varón. En 2002, un accidente dejó a su hijo Marvin, de 45 años, con una discapacidad.
Ese mismo año, la preocupación por su hijo desencadenó en un infarto en su esposo, a quien los médicos dieron seis meses de vida. Su deseo de morir en Manta y ser cremado en su tierra los trajo de regreso. Sin embargo, esos seis meses se convirtieron en seis años de felicidad frente al mar, hasta su fallecimiento en 2012, relató Alicia.
La motivación de Alicia por la labor social no es nueva. En Estados Unidos colaboró con la Liga Contra el Cáncer y la Liga Ecuatoriana, enviando ayuda a niños de San Mateo, en Ecuador. Al llegar a Manta, la calidad humana de los terapeutas de Funteman la convenció de quedarse más allá de lo planeado. “Allá los médicos son como maquinarias; acá hay humanidad”, afirma.