Este árbol emblemático de la provincia fue reconocido el 27 de abril de 2015 tras una resolución del Gobierno Provincial por su rol ecológico. Sin embargo, su tala indiscriminada sigue afectándolo para dar paso, principalmente, a urbanizaciones y cultivos.
A pesar de sanciones como multas de 1.850 dólares por árbol talado y órdenes de reforestación, según Santiago Fonseca, director de Control Territorial del Municipio de Portoviejo, la intervención de ésta y otras entidades no logran frenar el problema. De hecho, el funcionario indicó que no hay un registro de la cantidad de árboles que han caído a causa de la deforestación. Ni siquiera hay del año 2024, en el que colinas de ciudadelas como la Fabián Palacios, Metropolitana, El Llano y Las Orquídeas, sufrieron el impacto de las invasiones.
Ramiro Molina Cedeño, cronista vitalicio de Portoviejo y profesor de la Universidad San Gregorio, recuerda del reconocimiento del ceibo como patrimonio natural tras años de lucha. “Su importancia radica en el beneficio que aporta a la naturaleza. Sus raíces retienen la humedad en invierno y la devuelven en épocas de sequía, siendo el principal sostenedor del bosque seco”, explica Molina. Sin embargo, lamenta que desde finales de los años 60, con la llegada de invasiones, la venta indiscriminada de terrenos y el auge de urbanizaciones, las colinas de Portoviejo, antaño cubiertas de ceibos, lucen cada vez más despobladas. “Antes era considerado monte rastrojo; hoy, aunque es patrimonio, sigue en riesgo”, añade.
Hasta 70 ceibos en una hectárea en zona de conservación
Johnny Muentes, director del Jardín Botánico de la Universidad Técnica de Manabí, coincide en que el avance poblacional y agrícola ha reducido drásticamente la presencia del ceibo. Según un estudio realizado en el Jardín Botánico, que cuenta con 37 hectáreas de reserva, una hectárea bien conservada alberga unos 70 ceibos adultos, cada uno necesitando entre 25 y 30 metros de espacio. Sin embargo, en áreas no protegidas, como otras colinas de Portoviejo, la cifra cae a 20 o 40 árboles por hectárea, y sigue disminuyendo. “Es un árbol de vida larga, puede superar los 100 años, pero su regeneración se ve amenazada”, señala Muentes.
De ahí que, para Muentes, los avances de la declaratoria patrimonial son limitados. Molina destaca que, aunque las ordenanzas existen, las instituciones como el Ministerio del Ambiente y empresas privadas de construcción y carreteras incumplen las normativas.
Sin embargo, ambos expertos coinciden en que falta voluntad política y conciencia institucional. Muentes agrega que la declaratoria debió ir acompañada de campañas educativas y un censo oficial, algo que la ley exige, pero no se cumple. En Membrillal, de Jipijapa, un bosque de ceibos con potencial turístico está siendo afectado, evidenciando esta negligencia.
Un árbol ‘sagrado’ que puede vivir más de 100 años
El ceibo es un árbol típico del bosque seco tropical. Su nombre científico es: ceiba pentandra. En la cosmovisión indígena, la población Maya, en el periodo preclásico (2500 a.c.), fue una de las principales sociedades que tuvo al ceibo como un árbol sagrado.
Puede llegar a medir hasta 40 metros de altura y su tronco llega a los dos metros de diámetro. Su tiempo de vida puede superar los 100 años. En Manabí tiene mayor presencia en Montecristi, Jipijapa, Jaramijó, Manta, Puerto López y Portoviejo.
El ceibo no solo es vital para evitar la erosión y preservar la biodiversidad, sino que forma parte de la identidad manabita. Molina evoca el poema de Gabriela Mistral, quien exaltó al ceibo al visitar Manabí, llevándolo a la fama mundial. “Si sigue desapareciendo, perdemos nuestra esencia”, advierte. La solución, coinciden, está en mayor control institucional y en empoderar a una ciudadanía que ya demuestra su compromiso con este árbol patrimonial.
