Septiembre es el mes de la paz. El primero de este mes se conmemoró el día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz entre las naciones.
La fecha fue determinada por la ONU en 2001, y el 21 se celebra el Día Internacional de la Paz, establecido por las Naciones Unidas en 1981. Mientras transcurre este periodo de trascendencia mundial, los conflictos bélicos recuerdan que estamos lejos de alcanzar este importante objetivo para la humanidad.
La guerra Rusia-Ucrania, que comenzó en 2022, sigue escalando pese a los intentos de mediación entre líderes mundiales. El mayor ataque aéreo ocurrió hace pocos días: Rusia incendió la sede del gobierno de Kyiv y, en respuesta, Ucrania atacó la tubería de petróleo Druzhba para desestabilizar la fuente energética. Las respuestas internacionales no se han hecho esperar: se anuncian mayores sanciones económicas a Rusia y apoyo a Ucrania; aún así, un cese al fuego no se avizora.
El conflicto entre Israel e Irán, que conmovió el escenario mundial hace pocas semanas, comenzó el 13 de junio y, aunque actualmente hay una tregua, las tensiones continúan. En Myanmar (Birmania), la guerra civil que azota desde 2021, tras un golpe de Estado, se ha intensificado, dejando millones de desplazados y miles de muertos y heridos; además, sus habitantes padecen inseguridad alimentaria.
En este país, el 28 de marzo se registró un terremoto de 7,7 grados, emergencia que dio paso a un alto al fuego temporal —condición que no se cumplió— impidiendo la ayuda humanitaria gestionada internacionalmente. La búsqueda de poder de la sublevación tiene un origen étnico.
Además, está el conflicto armado en Nigeria, debido a factores religiosos, étnicos, económicos y socioambientales, que ha causado el desplazamiento de más de medio millón de personas que sufren falta de agua y atención médica, además de condiciones de higiene paupérrima; allá no existe el derecho a la vida.
La violencia también afecta a la República Democrática del Congo, Libia, Tailandia-Camboya, Sudán… y sí, aunque las zonas de guerra parecen lejanas, las secuelas traspasan fronteras físicas, reconfiguran los sistemas político, social y económico.
No es casualidad la migración masiva hacia Europa, el encarecimiento energético y de alimentos, el cambio de proveedores de suministros, la redefinición de bloques y alianzas regionales ni el surgimiento del multipolarismo —el poder concentrado en varias superpotencias— que divide aún más a la humanidad. Mientras naciones como India, Brasil y México buscan mayor independencia, Occidente sanciona a Rusia, que a su vez tiene aliados como China, Irán y Corea del Norte.
En septiembre conmemoramos el sueño de la paz… con el realismo de la guerra.