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Con motivo del Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, que se celebra el próximo martes, la neuróloga Ana Belén Caminero, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la Sociedad Española de Neurología (SEN), ha advertido de que la incidencia de la enfermedad en mujeres “va a más”.

Si bien normalmente esta enfermedad tiene una incidencia “bastante alta” en mujeres, ya que hay 2,5 y 3,5 mujeres diagnosticadas por cada varón afectado, “este aumento en la incidencia en las mujeres va a
más”, según la doctora. Así se ha expresado en el marco de la presentación de la campaña ‘Un ritmo
imparable frente a la esclerosis múltiple’, impulsada por Merck.

“En los últimos 50 años, esta enfermedad está aumentando a nivel global, a nivel mundial y se está
incrementando especialmente a expensas de una mayor incidencia en las mujeres”, ha insistido.
Si bien no hay una causa clara en esta diferencia de género, la neuróloga ha precisado que lo que se
piensa es que hay “factores hormonales” involucrados, ya que “hay una interrelación importante entre el
sistema endocrino y el sistema inmunológico”.

Sabemos que la mayor parte de las enfermedades autoinmunes predominan en mujeres y, por lo tanto,
como enfermedad autoinmune que es, la esclerosis múltiple también predomina en mujeres, pero la
causa última no se sabe”, ha reiterado, para añadir que la comunidad científica “también se hace esta
pregunta”.

En la esclerosis múltiple, las defensas naturales del organismo dejan de trabajar con normalidad y dañan
el sistema nervioso central. Es conocida como “la enfermedad de las mil caras” porque se manifiesta de
manera diferente en cada persona, variando sus síntomas y evolución.

Se asocia con síntomas muy diversos, siendo el más común la fatiga y la neuritis óptica (inflamación del
nervio óptico por la que el paciente tiene problemas de visión). Otros posibles signos son la dificultad en la movilidad de las extremidades, las alteraciones sensitivas, los temblores, la pérdida de equilibro o los
mareos, entre otros.

Normalmente, la mayor parte de los pacientes con esclerosis múltiple debuta con la enfermedad entre
los 20 y los 40 años; es decir, “en la época más productiva de su vida”, tal y como ha afirmado la doctora.
De hecho, es en este momento cuando los pacientes están todavía estudiando, o comenzando a trabajar,
empezando a formar una familia y, además, “con muchas ganas de actividades sociales”.

Es una enfermedad que tiene un componente degenerativo, pero también tiene un componente
inflamatorio. “El hecho de que exista este componente inflamatorio y desmielinizante como
consecuencia de una actividad autoinmune en la que el sistema inmunitario ataca a la mielina del
sistema nervioso central, permite que se hayan desarrollado muchísimos tratamientos que están
beneficiando muchísimo a nuestros pacientes”, ha detallado Caminero.

Sin embargo, el componente degenerativo todavía no está resuelto. “Es algo en lo que se está ahora
investigando muchísimo, y es posible que a lo largo de los próximos años tengamos una solución
bastante buena para este aspecto de la enfermedad, pero hoy por hoy sigue siendo un reto muy
importante”, ha recalcado la neuróloga.

El 85 por ciento de los pacientes empieza con una serie de síntomas que se manifiestan a lo largo de días
o pocas semanas. Es decir, la enfermedad se manifiesta de una forma ‘subaguda’.
“No es un síntoma de aparición brusca, pero tampoco son síntomas en general que aparecen muy
lentamente, son síntomas que se manifiestan en un periodo de tiempo relativamente corto”, ha
especificado la experta.

Además, Caminero ha añadido que hay “patrones específicos” que se repiten en los pacientes y que son
los más frecuentes. “Si se presentan en una persona joven, sobre todo en una mujer joven, nos inducen a
pensar que este es el diagnóstico más probable”, ha explicado.

Algunos de estos síntomas son la pérdida de agudeza visual, debido a la afectación del nervio óptico;
visión doble u hormigueo en la cara o pérdida en la estabilidad a la hora de caminar por la afectación del
tronco del encéfalo, o la inflamación de la médula espinal, también llamada mielitis.

“En este caso, los pacientes suelen tener síntomas que debutan generalmente con trastornos de
sensibilidad o trastornos de fuerza e incluso trastornos del control esfinteriano o sexual. Es decir, pueden
afectar a lo mejor al brazo y a la pierna del mismo lado o pueden afectar, por ejemplo, a las dos piernas,
además con una intensidad muy variada”, ha detallado la neuróloga.

Estos síntomas se consiguen controlar con la ayuda de corticoides, evitando así posibles secuelas
durante las primeras fases de la enfermedad. Sin embargo, si se repiten a lo largo del tiempo, que es lo
frecuente en esta enfermedad, en la fase ‘remitente-recurrente’, estos empiezan a dejar secuelas y, como
consecuencia, se va acumulando discapacidad.

“De ahí que interese instaurar tratamientos lo antes posible para que no tengan brotes en la medida de lo
posible y por lo tanto no tengan discapacidad, o que la discapacidad que acumulen sea menor”, ha
asegurado la especialista.

Finalmente, a lo largo de los años, los brotes que se atribuyen a la actividad inflamatoria van
disminuyendo y empieza a aparecer el componente degenerativo de la enfermedad, que se traduce en
síntomas con aparición lentamente progresiva, conduciendo a un acúmulo de discapacidad.

Todo ello se va manifestando, normalmente, a través de un trastorno de la marcha cada vez más
creciente. Los pacientes empiezan a necesitar ayuda para caminar y, además, empiezan también a tener
dificultad en el movimiento de los brazos de forma lentamente progresiva y pérdida del control
esfinteriano. También pueden sumar síntomas sensitivos en forma de hormigueos, o dolores en distintas
partes del cuerpo, e incluso experimentar síntomas cognitivos (afectación de la memoria y dificultades a
la hora de organizar y planificar, sobre todo).

Aproximadamente un 10 por ciento de los pacientes comienzan con la enfermedad directamente de una
forma progresiva, y la edad media de inicio es de 40 años. Es decir, son pacientes que no tienen brotes y
que van acumulando lentamente distintos síntomas que conducen a discapacidad desde el principio. Se
trata de una forma de la enfermedad que tiene una incidencia similar en hombres que en mujeres; si bien
la forma más habitual, es decir, la que debuta con brotes, es más común en mujeres.

Por otro lado, la doctora ha enumerado los factores ambientales que pueden influir en el desarrollo de la
enfermedad, tales como la deficiencia de vitamina D y la baja exposición al sol. De hecho, esta
enfermedad es más frecuente a medida que aumenta la latitud, por lo que es más común en países del
norte de Europa o en países como Canadá, más alejados del ecuador.

Otros factores ambientales que también se relacionan son el consumo de tabaco, el consumo excesivo
de sal, la obesidad a cualquier edad pero, sobre todo, la obesidad en adolescentes.

También se ha relacionado con el desarrollo de esclerosis múltiple el trabajar a turnos y, sobre todo,
trabajar por la noche o, en general, la deficiencia de sueño, sobre todo en adultos.