La Virgen cubana que encontró su hogar en Manabí gracias a una ecuatoriana radicada en Estados Unidos

Liduvina García llevó la imagen hasta San Clemente como se llevan las cosas sagradas: con devoción, respeto y gratitud.
La imagen de la Virgen de la Caridad, que fue hallada en Cuba flotando en el mar en 1612. Ahora volvió a cruzar aguas para hacerse parte del alma manabita.
La imagen de la Virgen de la Caridad, que fue hallada en Cuba flotando en el mar en 1612. Ahora volvió a cruzar aguas para hacerse parte del alma manabita.
La imagen de la Virgen de la Caridad, que fue hallada en Cuba flotando en el mar en 1612. Ahora volvió a cruzar aguas para hacerse parte del alma manabita.
La imagen de la Virgen de la Caridad, que fue hallada en Cuba flotando en el mar en 1612. Ahora volvió a cruzar aguas para hacerse parte del alma manabita.

Kike Perdomo

Redacción ED.

En San Clemente, un rincón costero de Manabí donde el mar y la fe se entrelazan con naturalidad, hay una virgen caribeña que fue acogida como si siempre hubiera pertenecido a esta tierra. No llegó en barco ni la trajo el viento: vino desde Nueva York, en el equipaje de una migrante ecuatoriana llamada Liduvina García, decidida a cumplir una promesa.

“Fue traída por una residente manabita que vive en Nueva York”, comenta una de las voces del balneario, en el video que compartimos en este artículo. “La imagen fue donada por una cubana, entonces ella decidió traerla aquí a San Clemente, donde se la festeja todos los años”.

Era 1996 cuando Liduvina, radicada en Estados Unidos desde hacía algunos años, vivía una angustia profunda: su hermano José Vicente, a quien en casa todos llamaban cariñosamente Pepurria, se debatía entre la vida y la amputación. Un “pez bruja” —especie temida por pescadores— había afectado una de sus piernas mientras faenaba en aguas ecuatorianas. La infección se complicó. Estuvo meses hospitalizado, y los médicos consideraban inevitable la pérdida de la extremidad.

Una promesa hecha desde lejos

La responsable de ese milagro geográfico y espiritual tiene nombre propio: Liduvina García, una migrante ecuatoriana residente en Nueva York.
La responsable de ese milagro geográfico y espiritual tiene nombre propio: Liduvina García, una migrante ecuatoriana residente en Nueva York.

Desde su casa en Nueva York, Liduvina se aferró a la fe. No tenía cómo regresar de inmediato, pero sí cómo rezar. Cada día repetía lo mismo: “Virgen de la Caridad, estaré contigo siempre. No me abandones, tienes que curarme a mi hermano”.

Poco después, casi en contra de los pronósticos médicos, Pepurria empezó a mejorar. No fue necesario amputarle la pierna. Los galenos hablaron de recuperación sorprendente. Liduvina, en cambio, habló de milagro.

Fue entonces cuando decidió llevar a Manabí una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. La obtuvo gracias a una familia cubana en Estados Unidos y la llevó hasta San Clemente como se llevan las cosas sagradas: con devoción, respeto y gratitud.

La Virgen cruzó el mar… otra vez

No es poca cosa que una figura religiosa traspase fronteras y conquiste corazones en otra tierra. Pero eso fue exactamente lo que ocurrió. La historia de la Virgen de la Caridad, aquella que según la tradición cubana apareció flotando en el mar en 1612, volvió a repetirse con otro acento, otra geografía y nuevos devotos.

En San Clemente, los pescadores vieron en ella una protectora. Las mujeres la recibieron con flores. Los vecinos construyeron una gruta con piedras recogidas en el balneario. Y cada septiembre —en honor al 8, día de su fiesta en Cuba— se organizan rezos, procesiones, novenas y comidas colectivas donde no falta el ceviche, el arroz con pescado, ni el hornado cocinado a fuego de leña y gratitud.

Liduvina viajó desde Nueva York para entregar la imagen, y su gesto sembró una tradición que ha perdurado casi tres décadas. No solo trajo una virgen: trajo esperanza, una historia de migración que se volvió legado para su comunidad.

Una migración que también lleva fe

Aunque en San Clemente no viven muchos cubanos, la presencia de esta imagen ha generado curiosidad incluso fuera del país. Desde otras provincias, y desde la propia isla, han llegado personas para conocer a esta Virgen que, gracias al amor de una migrante, se volvió manabita.

La historia de Liduvina García es la de tantos ecuatorianos que, desde el exilio voluntario, transforman la vida en su tierra de origen. Esta vez no fue con remesas, ni con cajas llenas de ropa: fue con una devoción que cruzó el mar en nombre del amor familiar.

Hoy, mientras Pepurria camina con su pierna intacta, y la Virgen sigue recibiendo flores en una costa ajena a su origen, San Clemente recuerda que hay milagros que solo ocurren cuando una migrante no olvida sus raíces —ni su fe.

En la costa norte de Manabí, entre los atardeceres del balneario San Clemente y el murmullo constante del océano, hay una historia de fe que cruza fronteras. Allí, cada septiembre, miles de personas se congregan en torno a una imagen que, aunque nació en Cuba, encontró un segundo hogar en Ecuador: la Virgen de la Caridad del Cobre. (36)

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