Un perro mestizo de la familia que murió en un deslave en la ciudadela Fátima de Portoviejo, quedó sin hogar tras la muerte de sus cuatro amigos.
Nadie sabe su nombre. Solo que aquel perro que llora desconsoladamente pertenece a la familia que murió la madrugada de este lunes 17 de febrero en la ciudadela Fátima de Portoviejo. La mascota, a quien llamaremos ‘Ruffo‘, está por ahora encadenada y tampoco para de ladrar. Pareciera que el dolor lo embarga y lo expresa así.
A pesar de que no habla, aquel sonido lo que reclama es un abrazo, una caricia. Es lo que se puede concluir, pues cuando ladra o llora y alguien se le acerca, no para de dar lamidas y rozar con su hocico.
‘Ruffo’ por ahora está atado a una reja con una cadena, en lo que era la casa que antes le daba felicidad y que hoy le lastima. Su razón de ser, su familia, ya no está. Tampoco sus dos amigas, las niñas Arleth de 4 años y Alaya 6 meses, quienes partieron inesperadamente este lunes.
El canino por ahora solo toma agua, llora y ladra. No puede hacer más, no puede jugar, no puede lamer, pues con quienes lo hacía fallecieron. Por ahora los familiares de las víctimas y los vecinos son quienes le dan atención, aunque poca, porque se encuentran ayudando a evacuar los escombros que la tragedia dejó a su paso.
El dolor del perro de la ciudadela Fátima
A la distancia se lo ve cabizbajo, con la cabeza media caída, los ojos tristes y la mirada perdida cuando se cansa de ladrar o llorar. Luego, toma aire y lo vuelve a hacer. Nadie podrá calmar el dolor de ‘Ruffo’, un perro mestizo de color beige, uno de los sobrevivientes del deslizamiento de tierra que sepultó a una familia la madrugada de este lunes en la calle San Agustín, de la ciudadela Fátima, en Portoviejo.
Williams Vinces, Katiuska Marcillo y las pequeñas eran los suyos, la familia con la que llegó hace casi dos años a vivir al sector. Él y su familia dormían cuando cerca de las 01h45 un árbol se desprendió y cayó con alto flujo de sedimento sobre la pared de la habitación donde descansaban.
La familia fue rescatada casi una horas después del colapso con el perro como testigo. Él permanece amarrado en el portal de la casa, dónde con ladridos y aullidos llama a quien pasa, como preguntando dónde, por qué, cuándo regresarán los suyos.
Vecinos recuerdan escenas de felicidad entre el perro y su dueño
A Diana Plaza se le quiebra la voz cuando recuerda la felicidad de su vecino cada que veía llegar la camioneta de su “papá”. “Él sabía el sonido del carro. Lo escuchaba desde que venía subiendo y empezaba a ladrar; se ponía contentísimo”, recordó Plaza.