En 2024, las consultas por trastornos de aprendizaje subieron un 20% destacando la necesidad de detectarlo a tiempo. Entre los más comunes se enlista a la dislexia, discalculia y disgrafía.
Las dificultades de aprendizaje se han convertido en un problema creciente, con un aumento del 20% en consultas médicas en el último año, según datos del estudio médico PraxMED. Especialistas como Karen Avilés, psicóloga clínica, señalan que estas atenciones, centradas en niños y adolescentes, buscan abordar trastornos como dislexia o discalculia, impulsadas por el alza en casos de fracaso escolar.
PraxMED registró un incremento del 20% en consultas relacionadas con trastornos específicos del aprendizaje entre 2024 y 2025. De estos, el 60% corresponde a dislexia, discalculia y disgrafía, afectando a niños en edad escolar. Además, el servicio de psicología deriva al menos un caso semanal a evaluación psicopedagógica, totalizando más de 50 al año. Según Elsevier, editorial académica, el 20% de los niños a nivel global enfrenta dificultades académicas que no reflejan su potencial.
Señales para la detección temprana de los trastornos
Ante esto, Karen Avilés subraya: “La detección temprana y el acompañamiento adecuado son clave para el desarrollo de estos niños”. Advierte que simplificar los casos con medicamentos, sin atender el entorno, puede ser contraproducente. Y es que los trastornos, aunque no desaparecen, se manejan mejor con apoyo integral.
De acuerdo con la experta, estos trastornos afectan habilidades como leer, escribir o resolver problemas matemáticos.
Algunas señales de que existen, incluyen confusión con letras, dificultad con números, falta de comprensión o baja concentración, problemas de coordinación y habilidades motoras. Además, suelen presentar dificultades socioemocionales, es decir, frustración constante ante el estudio, baja autoestima, ansiedad o problemas para relacionarse con compañeros.
¿Cómo actuar?
Si un niño muestra señales de trastornos de aprendizaje, el primer paso es observar y registrar patrones específicos. “Anota qué le cuesta más y cuándo ocurre”, sugiere Avilés. Esto ayuda a los especialistas a diagnosticar con precisión. En casa, crea rutinas de estudio: lee en voz alta, usa juegos visuales o refuerza logros para subir su confianza.
El siguiente paso es consultar a un experto. “Un psicopedagogo o terapeuta del lenguaje puede evaluar en semanas lo que lleva meses adivinar”, explica Avilés. Tras el diagnóstico de algún trastorno, terapias como psicopedagogía, terapia del lenguaje o entrenamiento emocional son clave.
“Enseñamos estrategias personalizadas, desde cómo leer mejor hasta manejar la frustración”, dice Avilés. Involucrar a padres y docentes asegura un enfoque completo.
Kerlley Ponce