Víctor Francisco Jaime Orellana, conocido como Pancho Jaime, fue asesinado a tiros mientras bebía una gaseosa en Guayaquil, poniendo fin a la vida de un periodista, rockero y caricaturista que desafió a las élites políticas y eclesiásticas de Ecuador con su estilo irreverente. Su muerte, ocurrida en el contexto de una época de tensión política, marcó el fin de una carrera que combinó música, sátira y crítica social, dejando un legado que aún resuena en la cultura popular ecuatoriana.
Pancho Jaime en Estados Unidos
Pancho Jaime, nacido en Guayaquil en la década de los 50, emigró a los Estados Unidos durante su juventud debido a la precaria situación económica de Ecuador. En Los Ángeles, trabajó como lavaplatos y aseador en estaciones de servicio mientras estudiaba en una escuela comunitaria, donde obtuvo un título tecnológico en artes. Su vida dio un giro en los años 70 cuando se unió a L.A. Touch, una revista que abordaba temas de la contracultura hippie y pornografía.
Según una publicación de Vice, Jaime encontró una gran suma de dinero en un basurero, lo que le permitió regresar a Guayaquil y comenzar su carrera como periodista y músico. En los años 80, Jaime se convirtió en una figura clave de la escena musical ecuatoriana. Fundó la revista Rock On, fue locutor del programa radial “La mamá del rock” y vocalista de la banda Texaco Wolf, conocida por sus actuaciones bizarras y representaciones grotescas, lo que le valió comparaciones con Marilyn Manson.
El rock en su vida
Además, abrió una tienda de accesorios para rockeros y el primer club nocturno dedicado al rock en Guayaquil. Su trabajo como promotor musical atrajo patrocinios de empresas como el banco Filanbanco, la fábrica Ideal Alambrec Bekaert y el Municipio de Guayaquil.
Sin embargo, Jaime no solo se dedicó a la música. Sus caricaturas, cargadas de contenido sexual, violento y satírico, se convirtieron en una herramienta para criticar a las élites políticas y la Iglesia católica, a la que acusaba de mantener vínculos incestuosos con el poder conservador. Como adventista, con fuertes convicciones cristianas heredadas de sus padres, Jaime defendía la redención de la clase obrera y cuestionaba la institucionalidad eclesial.
Sus publicaciones, como el tabloide Censura, se volvieron cada vez más políticas, lo que le ganó enemigos y le costó la pérdida de auspiciantes. En noviembre de 1984, durante el gobierno de León Febres Cordero, Jaime fue encarcelado y torturado. Según sus propias palabras, sus captores le cortaron el cabello y lo obligaron a comerse un ejemplar de Censura. Jaime denunció el hecho como un intento de asesinato, afirmando que su vida se salvó gracias a las denuncias de las emisoras Radio Cristal y Atalaya.
Este episodio marcó un punto de inflexión en su carrera, alejándolo del rock y acercándolo al análisis político con un estilo procaz y mordaz. A medida que sus publicaciones se volvieron más críticas, Jaime recurrió a una red clandestina de distribución, apoyada por una asociación de personas con capacidades especiales, para difundir su material durante el auge de sus ventas en 1987. Sus caricaturas, cargadas de difamaciones sobre la vida sexual de políticos y representaciones explícitas, escandalizaron a la sociedad ecuatoriana y llevaron al límite el ejercicio de la libertad de expresión.
Asesinado en Guayaquil
El 6 de septiembre de 1989, Pancho Jaime fue acribillado en una calle de Guayaquil. Nadie reclamó responsabilidad por su muerte, y el crimen quedó impune. Su estilo irreverente y los ataques que recibió han llevado a comparaciones póstumas con el semanario francés Charlie Hebdo, atacado en 2015 por su sátira. A pesar de su impacto, su asesinato no generó el clamor público que marcó otros casos similares, y su legado quedó silenciado durante años. (10)
