Imposible de creer, los de derecha votando por los de izquierda. Los de izquierda votando por la derecha. ¿Acaso enloquecimos? ¿O son cambios de época?
Podría ser la evolución del voto, la forma de manejar a las masas. O esa necesidad de sentirse parte de un entorno, aunque de manera virtual, algo onírica.
O, más bien, son umbrales políticos, acciones materializadas en datos reales. Ya no existe compromiso con partido político alguno, a menos que la identificación tenga contextos desconocidos para la mayoría.
El pensamiento grupal en detrimento del pensamiento argumentativo, para que la toma de decisiones pueda servir como arma de destrucción.
En cada elección se puede tener una lectura: seamos positivos. Aunque, en la práctica, después, muchos se topan con la dura realidad de verse desagregados de lo prometido.
Modernidad líquida, una forma de sobrevivir, porque al final lo que cuenta es tener las provisiones para seguir luchando al siguiente día. Figura de cambios positivos sin distorsiones, teniendo esa capacidad de reacción, flexibilidad y así capear los momentos complicados.
La otredad como forma de separar a los votantes, dividirlos entre buenos y malos, esa perspectiva con enfoque negativo. Por el contrario, el voto bien podría servir para construir sociedades unidas, basado en el respeto del criterio ajeno sin importar factores sociales, culturales, políticos, étnicos o dogmáticos.
La frontera de la democracia es una construcción social, académica, política y cultural, componentes esenciales que, al estar resguardados, permiten lograr equilibrio entre los poderes.
Desde ese punto se avanza en potenciar aspectos educativos capaces de hacer entender a la población la necesidad imperiosa de tener un sistema democrático fuerte, del cual siempre se vean favorecidos los grupos vulnerables a través de políticas claras, donde prevalezca el fortalecimiento de los medios productivos.
Pensar para votar, algo así como pienso, luego existo, pero en la arena del sufragio. No arengados por voces maniqueas ni por amplificaciones sofistas de una democracia partida en muchos matices, alimentadas por cientos de fragmentos dirigidos a la médula del raciocinio alimentador de esperanzas.
La maquinaria para atraer el voto ha evolucionado, mutado, transfigurado para ser eficiente. Su locuacidad es apabullante, se acompaña de retórica visual, de consumo.
El voto es la forma de ejercitarse, y el sufragio es el gimnasio al que acudimos cada cierto tiempo. Ese lapso también debe ser ejercitado.
El voto va de aquí para allá y de allá para ellos. Esperemos que el voto regrese con beneficios para los de aquí.