Cuando proclamo la verdad o combato las mentiras, me siento aliviado, mi conciencia se aquieta.
Considero oportuno compartir la cita del Nazareno, cuando conversaba con sus discípulos, especialmente con Juan, que era su hermano consanguíneo. “Solo la verdad os hará libres”. Uno de los mandamientos cristianos reza: “No decir falso testimonio y no mentir”.
La cita bíblica viene al caso, en cercanías de la nueva jornada electoral, en la que la mayoría de los políticos candidatos mienten a diestra y siniestra, sin ningún escrúpulo, con la finalidad de acumular electores a como dé lugar. Ofrecen el “oro y el moro”, lo importante es llegar, triunfar, lograr una curul o el sillón presidencial. Siguen a Maquiavelo, quien aconsejó al príncipe que cometiera todo tipo de abusos porque lo importante era mantenerse en el poder, “el fin justifica los medios”, le inculcaba.
Mi madre y maestra, doña Carmelina Romero Sánchez, me enseñaba los valores y virtudes, auxiliada por un libro casi sagrado: el Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres del Profesor Carreño. Cuando terminaba sus quehaceres domésticos, me leía trozos de dicho manual. Siempre insistía en el don de la veracidad: no mentir, decir siempre la verdad. Recitaba, por su prodigiosa memoria, centenares de refranes: No hay que mentir porque “primero cae el mentiroso que el ladrón”; “en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”; el mentiroso es como un animal de patas cortas; y otras normas de urbanidad.
Lamentablemente, ahora mienten descaradamente los políticos, el abogado, el juez, los testigos en un proceso, el médico mercantilista que miente al formular un diagnóstico para practicar costosas cirugías, a veces innecesarias; únicamente para cobrar desmedidos honorarios, especialmente si el paciente pertenece a familias adineradas. Mienten los candidatos a cualquier dignidad al engañar al pueblo con ofertas o promesas que sabe no las podrá cumplir. Miente el clérigo que dice perdonar los pecados después de una confesión; miente el comerciante al fijar precios indebidos. Sócrates, que vivió muchos años antes de Cristo, decía: “Sólo el conocimiento os hará libres”. Tenía razón, porque la ignorancia conduce a la esclavitud. El sabio Confucio dijo: “Yo soy dueño de todo lo que callo y esclavo de todo lo que diga”. Como excusa, hay quienes dicen: “fue una mentira piadosa”, una mentirilla. No, amigos, la mentira sigue siendo mentira y la verdad es única, es la liberación.
Cómo nos remueve la conciencia cuando mentimos; pero cuando rectificamos y proclamamos la verdad, nos sentimos más humanos, mejores ciudadanos, caballeros y gentiles. La mentira sigue siendo mentira y la verdad es única, es la liberación.
No al predominio de los antivalores, donde la verdad sea perseguida.
