Por alguna coincidencia, leí artículos referentes a dos personajes célebres de la antigüedad: Napoleón Bonaparte (1769-1821) y Rasputín (1869-1916), y entre las curiosidades de sus biografías, sobre sus fragancias. Dejaré para el último al ruso porque olía a diablos.
Bien, resulta que “Le Petit Caporal”, en español, “El Pequeño Cabo”, Napoleón, más allá de sus aciertos como conquistador y político, era un hombre que, si bien no destacaba por su altura, sí lo hacía por su afinidad a los olores cítricos y la bergamota; de hecho, una de sus fragancias favoritas fue el Agua de Colonia de Jean Maria Farina, de la que siempre portaba un frasquito, lista para untarse.
El Agua de Colonia de Jean Maria Farina, hoy comercializada por la maison francesa Roger & Gallet, lleva más de dos siglos alegrando las narices de los más refinados y se puede encontrar, a un precio módico, en cualquier almacén de perfumes. Farina, italiano, “nariz” de la época, dio nombre a este clásico por la ciudad alemana en la que residía, Colonia, inspirado en la ya existente Aqua Mirabilis, pero con un toque extra de bergamota, creando un elíxir fresco, cítrico, primaveral, imponente, real y digno de los personajes más nobles. Desde entonces (1709), en el mundo de la perfumería se llegarían a conocer y hacer famosas las aguas de tocador o aguas de colonia.
Con seguridad, los papás y abuelos de los millennials usaron el famoso 4711, que también se remonta a la época y tiene un olor muy similar a la fragancia de Farina, de hecho, la misma base; 4711 fue creada en Colonia, en 1792, por Wilhelm Mülhens, y se comercializa en el mundo entero con un sinfín de “flankers”. El káiser Carlos VI, Fernando VI, rey de España, Goethe, Voltaire, Mozart e incluso Simón Bolívar deslumbraron con Jean Maria Farina; todos maravillados por el verdor que destacaba en un trajinar de olores fuertes, densos, tal como la época lo requería. Así es que, si usted desea sentir, o mejor aún, oler a emperador, ya tiene el dato.
Sobre Rasputín, la historia dice que era tan apestoso, por su falta de aseo, dientes podridos y barba llena de comida descompuesta, que no se explica que haya sido atractivo para muchas mujeres; algo curioso porque incluso las imágenes no le favorecen, era un mugroso. Concluyo con una frase de Marcel Proust sobre la fragancia: “El perfume es la última y la mejor reserva del pasado, la que, cuando todas las lágrimas se han secado, puede hacer que volvamos a llorar”.
