Las colinas que rodean Portoviejo, además de configurar el paisaje que identifica a la capital manabita, son zonas vitales para la regulación climática, la biodiversidad y el equilibrio ambiental.
Sin embargo, están siendo sistemáticamente destruidas. En los últimos meses, la deforestación provocada por invasiones ha dejado expuestas sus laderas, convirtiéndolas en territorios vulnerables a incendios forestales y deslizamientos. Y mientras el daño avanza, el silencio de las autoridades es lamentable.
No es un fenómeno nuevo. La ocupación irregular de terrenos ha sido una constante en Portoviejo y otras ciudades del país. Lo que agrava la situación actual es la impunidad con la que se actúa. Las colinas están siendo taladas, quemadas y parceladas a la vista de todos, sin que el Municipio o la Gobernación ejerzan acciones concretas para frenar el deterioro. La falta de vigilancia, de planificación y de respuesta deja un mensaje claro: aquí se puede destruir el entorno sin consecuencias.
La deforestación no solo afecta a la flora y fauna. También altera el régimen hídrico, acelera la erosión del suelo y contribuye a la pérdida de humedad, lo que incrementa el riesgo de incendios, sobre todo durante la temporada seca. En otras palabras, no es solo un tema ambiental: es una amenaza directa a la seguridad de quienes viven en las zonas altas y bajas de la ciudad.
Lamentablemente, el discurso de conservación que a veces se oye desde las instituciones se queda en la retórica. Ni ordenanzas claras, ni presencia de control territorial, ni campañas sostenidas de sensibilización se han hecho visibles. Tampoco se observa una estrategia de recuperación de los ecosistemas afectados ni de prevención de futuros daños.
Cuidar las colinas de Portoviejo no es un asunto menor. Es una urgencia que compromete la calidad de vida presente y futura. Requiere decisión política, acción interinstitucional y participación ciudadana. Lo contrario es resignarse al colapso ambiental que, de seguir así, será imposible revertir.
Las colinas no pueden defenderse solas. Portoviejo tampoco puede seguir perdiendo su entorno natural mientras quienes deben actuar miran para otro lado.