Posiblemente, no exista entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, pero sirve para ubicar, encausar o encasillar a quienes no creemos en los extremos, que solo se reconocen en los opuestos radicales, cuando la sana competencia cambia a conflicto interno, entre el ego y el orgullo.
Por ello, es común ver a candidatos, en contra de una supuesta izquierda progresista y de una aparente derecha cristiana, pretendiendo convencer de no representar a ninguna posición extrema; y que, desde el centro, tomarán lo bueno del uno y del otro sistema, para construir la tan ansiada tercera vía.
Raanan Weitz, planificador de Israel, reconocido en el mundo como Señor Desarrollo, en una de sus conferencias, hace más de 30 años, sobre el socialismo y el capitalismo, al referirse a la tercera vía del mundo, me dio una respuesta que sigo analizando: …
“Un buen planificador, dirigente o gobernante debe conocer el límite al decidir, sin imponer desde el escritorio recetas para que se apliquen en el territorio, sin entender lo que siente la población a la que se intenta servir y, peor, impulsar desde el territorio procesos que no consideran la voluntad política de quienes, al final, tienen el control de los recursos.
Pero nunca debes olvidar que América Latina guarda aún gran parte de la reserva humana que sistemáticamente en el resto del mundo se está perdiendo: el apego a la familia, la cultura y los valores. Por lo que deben actuar pensando siempre en la equidad social, pues ahí se encuentra la diferencia entre nivel y calidad de vida, y la normal confusión entre crecimiento económico y desarrollo…”
Hoy, vemos con preocupación cómo se interpretan los resultados electorales, con las mismas creencias en el péndulo del pasado, pretendiendo una Constituyente solo para retornar al régimen presidencialista que ya fracasó y del que surgieron los actuales “progresistas”…
Hoy, se pretende eliminar entidades como el Consejo de Participación Ciudadana, que los mismos asambleístas fueron minando hasta convertirlo en espacio con tesoros ocultos, donde el poder económico y la narcopolítica tienen el control, como si el problema fuera la institución y no las personas que le dieron y ejecutan su rol funcional…
No se trata de la acción de un superhéroe eliminando a delincuentes… sino del apoyo de ciudadanos que dejaron el encierro y el silencio para participar y recuperar lo que ya le quitaron… que, en lugar de lanzar piedras o decir “sí, patrón”, también recuerdan al presidente que no está solo, pero que los cambios empiezan en casa, con la Asamblea; y que, más allá de lo que podría interpretarse como nueva monarquía, el buen gobernante sabe que la ética es un valor indispensable en la tercera vía que necesita el país.