En un país devastado por la corrupción, que le abrió las puertas a la demolición generalizada de la confianza, la paz y la seguridad en todos los ámbitos; en un país explosivo, pero amante de la paz pisoteada; y en un país en el que la vida se pierde en la fugacidad de un relámpago, en el que todo está por desmoronarse para siempre, en el que súbitamente dejamos de ser iguales porque hay ecuatorianos revestidos de una casta especial que los hace invulnerables a todo, capaces de que, en sus funciones, puedan cometer la arbitrariedad que fuere y estén exonerados de castigo y señalamiento alguno; en un país que, pese a la lucha denodada contra bandas agresivas, violentas y aterradoras del crimen organizado, por un Gobierno de actitud impecable al menos en esos afanes, a veces parece morirse por tantos acontecimientos de terror.
A ese país pertenecemos los portovejenses, que, imbuidos por una fe especial que impone, maneja y promueve con tino y voluntad salvadoras el señor alcalde Javier Pincay, vemos acontecer muchísimas cosas importantes y trascendentales que los portovejenses —al menos, como el escribiente, de cepa— no podemos dejar que pasen inadvertidas, sin darles la relevancia y el aplauso que alcanzan de sobra y merecen para su ejecutor.
Es que, después del fatal terremoto que nos azotó y del cual muchísimos aún no se reponen, porque los miles de millones de dólares recaudados para amortizar el dolor —y que, lamentablemente, fueron desaparecidos con esa brillantez que da el descaro de quienes se acostumbraron a delinquir con absoluta libertad en aquellos años azarosos—, precisamente en ese sitio donde funcionó un gran centro comercial que albergaba a muchísimos comerciantes de toda actividad y que cayera vencido por la violencia de la naturaleza, esta vez implacable, se construirá la Plaza Memorial para recordar para siempre a los abatidos por la hecatombe.
En definitiva, resulta un homenaje más a la ciudad de la administración municipal actual, con la anuencia definitiva y precursora de muchas bellezas más por parte del Gobierno actual del presidente Noboa, que de alguna forma amplía su horizonte para satisfacer los requerimientos de un país que se desgrana, reitero, por la violencia inusitada que siembra, en el lugar que se esté, miedos profundos y que a todos nos tiene corridos de nuestras habituales frecuencias.
Bien, señor alcalde. Bien, señor presidente de la República. Y bien por los portovejenses que volvemos a soñar con la ilusión alada que genera la ciudad querida, a la que en sublimes versos le cantara mi abuelo Vicente Amador Flor Cedeño…