De hecho, nadie, en absoluto, puede permanecer impávido ante lo que ocurre en el país, muriéndose en medio de una sociedad terriblemente destruida.
¿Culpables? Todos lo somos, de una u otra manera. Y no es que piense que todo tiempo pasado fue mejor. No quiero entrar en ese eufemismo barato, que podría desdibujar la verdadera intención de este comentario; a sabiendas de los sabios juzgadores, atentos al acontecer de mi palabra.
Por lo demás, soy patriota hasta donde cabe la imaginación sin compromiso de mis aciertos o no. Porque, realmente, lo que estamos viviendo en todos los sectores del país superó toda especulación; y no solo de los malos, llámense estos de cualquier manera, sino también de aquellos que pensábamos que lo que está ocurriendo era algo pasajero, y tendría que pasar y acabar. Y qué mal lo hicimos quienes pensábamos así. Y, por supuesto, con absoluta buena fe.
Pero, lo cierto es que el país está desbordado en criminalidad. Es un río al garete que no tiene pausa; que se ha regado por todos los estamentos de la sociedad, que todos, y, de verdad, tememos. Porque ya no se trata de minúsculos grupos delictivos a la usanza de los viejos y saludables tiempos. Ahora son bandas delictivas, mejor armadas que las fuerzas del orden, cuyas páginas sangrientas seguirán empañando el rostro de un país que nunca había vivido tanta podredumbre en todos sus escaños y espacios; que, por ejemplo, y solo por citar un desbarajuste, hay un asambleísta acusado de violar a una menor de doce años. A mí, de verdad, este delito sexual no me llama la atención. Pero sí me enerva y, de hecho, me saca de mis casillas, la edad de la menor. Pienso que cualquier valetudinario lo podría cometer y, a veces, sin riesgos. Pero no a una niña inocente. Que la justicia haga su trabajo. (Es un pensamiento demoníaco, porque ya sabemos cómo está la justicia en el país, y que, de hecho, es parte también de “su muerte”).
Alabo a la gente sensata que se pronuncia en contra de la violencia manejada por verdaderos cárteles, y no solo del país, sino también de países vecinos, que han hecho de Ecuador el principal exportador de droga a Estados Unidos y Europa. Pondero la labor del Gobierno, que no da tregua en esta lucha desigual. Porque, ¿qué no ha hecho el Gobierno desde que detectó sus primeros ataques? De hecho, no entiendo qué más se puede hacer, o habrá otras vertientes que el ciudadano común, como el escribiente, ignora…
En fin… lo cierto es que estamos atrapados en un callejón, aparentemente sin salida. Todo está putrefacto. Todo apesta a odio, en un país que, con excepción de la salud pública, ha mejorado ostensiblemente en todos los estándares. Pero el terrorismo nos derrota en todos los flancos…