La esperanza es una virtud, una gracia que nos mueve a trabajar con fervor para lograr bienestar espiritual y material en nuestras vidas.
La esperanza despierta confianza mutua en los seres humanos; cuando se pierde la confianza, las relaciones humanas se destruyen. Es necesario cultivarla.
La empresa privada trata siempre de fomentar las buenas relaciones humanas. Por ello, la empresa privada es más eficiente que la empresa pública. En esta última, a veces, lo que se busca es cumplir compromisos políticos. Es lamentable que, con frecuencia, se cambien los mandos superiores.
En la obra titulada El espíritu de la esperanza, el autor Byung-Chul Han anota: “El aumento del miedo y del resentimiento provoca embrutecimiento de toda la sociedad”, y cita lo que dijo Barack Obama: “La democracia es incompatible con el miedo”.
El mundo vive rodeado de miedo y de incertidumbre. En Ecuador, la delincuencia organizada, con sus procedimientos groseros, extorsiona y tiñe los campos y las ciudades de sangre.
Para contener la delincuencia tenemos que unirnos todos. Hay que crear una cultura antidroga y vencer la indiferencia.
Para vencer a la delincuencia organizada, los que detentan los poderes fácticos, los que trabajan en el sector público, tienen que actuar con verticalidad y predicar con el ejemplo. Hay que proceder siempre con responsabilidad; los que piensan diferente son adversarios, pero no enemigos.
Vivir con entereza. “Ser más para vivir mejor” (El Zen).